26 de diciembre de 2005

El escenario es donde estoy yo


Pero para qué sirven las teorías, ¡el centro del escenario es ahí donde estoy!

Martha Graham


Uno nunca termina de conocerse a uno mismo.
¿Cuántos recitales di?¿Soy más auténtica cantando para quince personas o para quinientas?¿Y cuando lo hago sólo para mí?
Casi nunca canto sólo para mí. Siempre hay un tercero. Ni siquiera un segundo. Es un tercero que no me conoce y al cual quiero llegar. El tercero, el desconocido, el que aún me ignora.

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Pero, claro, después, abajo, se me corre la media o me tropiezo y nadie lo sabe. Sólo yo y la amiga que me presta sus medias negras para que arriba, en el escenario, no se note el porrazo de la rodilla.

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¿Soy yo la que está en esa pantalla cantando?
¿Soy yo aunque el recital haya sido hace once años atrás?
¿Esa es mi voz?
¡Tengo la misma voz!
¡La misma, la misma la misma!
¡Albricias! ¡La técnica no ha logrado arrebatarme MI VOZ!

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Soy yo. No hay dudas.Pero con la seguridad de no saber. ¿Hubiera querido no saber?
Porque hoy sé tanto más que hace once años.
Y soy cautelosa.
Y soy arriesgada.
Y definitivamente no tengo teorías.

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Este jueves la Universidad de Buenos Aires me entregará dos diplomas.
Este jueves me subiré a dos escenarios.
En uno juraré y en otro cantaré.

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Muchas personas me preguntan si estudio "canto". Me sonrío. No es que no haya estudiado canto. Tengo técnica de algunos años. Pero esa técnica si no la ejercito se pierde como casi todas las cosas que uno no ejercita. ¿Y saben qué? Aunque la técnica se pierda lo que ustedes escuchan sigue sonando bien. Porque lo que ustedes escuchan no es lo que yo estudié. Ustedes me escuchan a mí.
Lo más sincero que tengo es mi voz.

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Heredé la voz de mi mamá. Ella la heredó de su padre. Y la cadena sigue para arriba. Me gusta pensar en este hermoso don que yo no pedí. Mi madre me hizo amar este don. Cuando tenía seis años me dijo: no trates de cantar más fuerte que los demás, sólo cantá con el corazón. Me gusta pensar que este don no se perderá y que lo heredarán mis hijos y sus hijos y los hijos de los hijos.

6 de diciembre de 2005

Macabro mecanismo

Pienso las fiestas como un macabro mecanismo de repetición que en días mejores supieron ser festejo. Restituirlo, restaurarlo. Hubo un tiempo en que las fiestas comenzaban con el primer invitado que llegaba a casa. Hubo un tiempo en que las fiestas comenzaban luego de las doce con el último invitado yéndose de casa.
¿Para qué nos reunimos?
No es la sucesión de días lo que festejamos sino la interrupción de esos días. Y en esa interrupción despedimos al tiempo viejo, lo enterramos y lo saludamos.
Me gusta pensar, entonces, en esa interrupción.
En la sucesión de los días morimos de a poco.
En la repetición, encarnamos.