Una vez le agradecí a mi maestra de yoga por todo lo que estaba aprendiendo a su lado. Ella me sonrió enigmáticamente y me dijo que no había nada que agradecer. Que ella me agradecía a mí por haberla elegido como maestra. Y agregó que el maestro existe gracias a que el alumno existe. Y que en algún punto cuando ese alumno aparece uno tiene que agradecer por ello. Y que entonces ella me agradecía a mí.
Qué cosa fuera la maza sin cantera...
ResponderBorrar¡claro!
ResponderBorrarTe juro que nunca había entendido esa canción...
Juro, pero juro, que esa canción resonó en mí al leer este post.
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