Cuando uno encuentra un maestro no quiere dejarlo ir.
A mí no me gustaba pintar la cerca. Yo quería colgarme del arnés.
Con Nora me pasó algo así. Nora nos tenía varios minutos en Adho - Muka hasta que el cuerpo comenzaba a temblar. Pero yo quería hacer un paro de cabeza. Y el momento no llegaba.
-Eras el mal alumno zen, cariño - me dijo Nico riéndose.
Algo de eso había. Pero también sucedía que Nora daba clases lejos y yo deseaba poder hacer actividades cerca de mi casa. Quería anclar de una buena vez en mi territorio. Tenía que haber alguien que enseñara yoga cerca de mi casa y que me gustara.
Probé algunos lugares pero no hubo caso. El yoga que se hacía allí era, o bien, muy gimnástico, o bien, demasiado "espiritual". Siempre añoraba a Nora. Y cuando podía me daba una vuelta por sus clases. Ella me miraba con esos ojos enormes que tiene y era maravilloso volver a su sabiduría antigua.
Probé el método Iyengar y me gustó. Pero no siempre salía bien de las clases. Eran clases demasiado fuertes y que requerían de toda mi salud y fortaleza. Y, por otro lado, mi nueva maestra nunca hacía hincapié en la importancia del dedo gordo. Y los que hacemos yoga, sabemos, el dedo gordo lo es todo. Las posturas se sucedían unas tras otras con muy poco respiro en el medio. Y si bien mis brazos comenzaron a fortalecerse como nunca y aprendí a usar el arnés y los cintos y los ladrillos no me sentía del todo a gusto cuando salía de las clases. Añoraba la sensación de paz y quietud de las clases de Nora y aún así quería el sobresalto de las invertidas.
Lo quería todo.
Hacer las posturas invertidas requiere de entrenamento y fortalecimiento de las cervicales. Si se hace sin que el músculo esté preparado puede haber lesiones y mucho dolor.
Empecé a sentir dolores inexplicables al hacer el paro de cabeza. Y no cesaban con la práctica. Algo estaba haciendo mal.
Y luego me enfermé. Me debilité.
Empecé a hacer los ejercicios que había aprendido de Nora en mi casa. Empecé a practicar sola. Pero aún así necesitaba de un maestro.
Uno siempre necesita de maestros.
Hasta que llegó La buena Tierra a mi vida.
Soy feliz, estoy fascinada con este lugar que tiene 16 años de historia y que está en pleno Olivos. La maestra tiene una edad indefinible. No podría decirlo. Y sus clases son poderosísimas.
Nunca subestimes
el poder de la respiración,
el poder de la concentración,
el poder de la sutileza.
Que lindo que tengas la capacidad de materializar en un post lo que conversamos en los mates...
ResponderBorrarLa cerca...
La respiración...
Constancia, paciencia, dedicación....
Y el dedo gordo.
Te mando un abrazote.
PD: Y a mi si me gutsaton las frases de Kitchen.
Pau! Eso eso! Constancia, paciencia, dedicación, práctica, práctica, práctica... Mil gracias por la recomendación.
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