lunes, 31 de octubre de 2005

Halloween

Una mujer de 42 años eligió un árbol cercano a su casa en el estado de Delaware, Estados Unidos.
La mujer se ahorcó en ese árbol.
Su cuerpo estuvo 14 horas colgando. Los niños lo vieron. Los vecinos lo vieron.
Primero, se asustaron y, luego, se rieron ante el siniestro espectáculo.
Era 31 de octubre.
Día de Halloween.
Todos creyeron que se trataba de un adorno.

jueves, 20 de octubre de 2005

Estrella

Consigna: Por la tarde tomar helado rico en la plaza de la Redonda y mirar los pocos árboles que aún dan sombra. No hago caso del humo pestilente de todos los autos y colectivos que pasan por Juramento. Sólo tengo ojos para los árboles y mis papilas gustativas están atentas a la merengatta y al dulce de leche granizado.
-¿Te gusta la artesanía?
Está parado frente a mí. Lleva lentes oscuros y un alambre color dorado en sus manos.
-Te voy a hacer algo especial. Para vos. Cuando no vendo nada se me da por hacer estas cosas.
Lo miro con desconfianza porque sé lo que va a venir después. Él me hará una chuchería con su alambre amarillo. Cualquier chuchería que yo sé de antemano que no necesito pero que tampoco me animaré a rechazar. Luego me dirá que yo ponga el precio y ya no tendré escapatoria.Sin embargo, estoy curiosa. Me inclino un poco para ver cómo sus manos van moldeando una estrellita amarilla de cinco puntas.
-Esta estrellita es un prendedor, ¿ves?
Acerca sus manos a mi mochila y la prende sin ningún esfuerzo. Ha llegado el momento. Ahora pedirá su moneda. ¿Cuál será mi precio? Miro la estrellita. Es diminuta y se perderá en cualquier traspié que sufra la mochila en su recorrida diaria. De pronto se me ocurre algo.
-¿Cuál es tu nombre?
Me mira desconcertado. Se saca los lentes oscuros y descubro que tiene una mirada cristalina preciosa.
-¿Mi nombre?
-Sí, tu nombre.
-Alejandro.
-Yo me llamo Florencia.
-Florencia- repite.
-Gracias por la estrella.

martes, 18 de octubre de 2005

Musicalidad

La revolución francesa intentó cambiar los nombres de calles, calendarios y medidas. Pero no pudieron con el buen gusto. A los franceses les resultaba deplorable quitar el "san" de las calles que lo llevaban. No lo hicieron porque les sonaba mal al oído y ofendía la natural musicalidad del nombre. Y no hubo revolución ni guillotina que valieran la pena.

lunes, 17 de octubre de 2005

Reconocimiento

Ya no hay cariátides ni pomonas ni angelotes en mi ciudad. Los monoambientes, los dúplex y las torres se los han llevado. Hoy he visto un hueco donde antes supo existir una casa de vetas y ornamentos varios. Las líneas rectas son el progreso. Lo curvo es el pasado. Y quienes experimentan algún tipo de reconocimiento de este pasado se van muriendo. La ciudad, entonces, se vuelve hostil y los rascacielos tapan el sol.

sábado, 15 de octubre de 2005

¿Un café?

¿Cómo eran los cafés donde Simone de Beauvoir escribía sus diarios, trabajaba sobre sus disertaciones y esbozaba capítulos de sus novelas? Un buen café, para Simone, no era un bar donde se servían bebidas y se hablaba con amigos. Los había de distintas categorías, es cierto, pero un buen café implicaba un buen lugar de trabajo. Un buen café implicaba el áspero sonido de la pluma sobre el papel y las monedas tintineando en los bolsillos de su gabán demasiado grande. El Dome era un buen café.
Schávelzon nos cuenta que el primer local que vendió café en Buenos Aires data de 1789. No existían las mesitas individuales sino una gran mesa comunitaria donde la gente se reunía en público "para hablar y divertirse y fraguar revoluciones". La idea de que hubiera algún tipo de privacidad en este ámbito público era imposible. Estar solo en un espacio colectivo fue un invento posterior.
Adorno en 1934 le escribía a Walter Benjamin: "le recomiendo que tenga a bien elegir el Café Morgana, bien afuera sobre el mar, como lugar de trabajo". Walter Benjamin nunca cumplió con esta recomendación: el Café Morgana había quebrado y estaba rigurosamente cerrado para cuando se dispuso trabajar allí. Los cafés son ruidosos porque las calles de las ciudades son ruidosas. Y luego están las situaciones cafeteriles: cucharillas golpeando la vajilla, dedos tamborileando artefactos electrónicos, mozas intrépidas, bandeja en mano, pasando indiscretamente por nuestro lado, grupos de gente riendo y festejando algún comentario, pequeños fragmentos de charlas absurdas que distraen.
Y aún así, muchos parciales domiciliarios se resuelven allí. Muchos ensayos comienzan allí, muchos libros se corrigen allí, muchos relatos se escriben allí.
Y el tiempo corre pues ya no son monedas sino billetes los que se escurren por las mesas de fórmica.
Y los gabanes cada día son más ajustados.

viernes, 14 de octubre de 2005

Risieri Frondizi

La incultura está muy extendida dentro y fuera de la universidad, no porque se ignoren muchas cosas, sino porque se carece de la comprensión de las creaciones culturales. Muchos universitarios se adornan con lo que saben. La cultura no forma parte de ellos; no son cultos sino que "tienen" cultura, así como tienen trajes elegantes confeccionados por otros. En general son incultos por exceso de información no digerida y que no está al servicio de nada, salvo la vanidad de quien la posee. Se trata de cosméticos culturales y no de alimentos que enriquecen el espíritu.

Risieri Frondizi, La universidad en un mundo de tensiones, Eudeba, Buenos Aires, 2005, pág 49.

martes, 11 de octubre de 2005

Sunny landscapes

En el medio de la plaza de Belgrano un hombre oscuro chupa una naranja con ganas mientras una mujerona de lentes lee un diario y una teenager se pasea con culo cual perro en celo. Genial. El sol le hace cosas geniales a los paisajes de la ciudad.

lunes, 3 de octubre de 2005

Trabajo de investigación

La moza ya me conoce y es amable conmigo. Por la ventana veo pasar gente apurada. Yo tengo todo el tiempo y una birome entre dos dedos. Los libros que me rodean van cobrando sentido: cartas, recomendaciones, viajes, entrevistas. El texto va cobrando forma. Ya tiene algunos capítulos, ya tiene una introducción y un epílogo.
Días como hoy.
En un capítulo de un libro encuentro un rastro suyo a seguir. Una huella.
En mi cuaderno trazo estas coordenadas con café. También hago muchas llamadas por celular.
-Creo que encontré algo -le digo.
Días como hoy.
Poco dinero en el bolsillo pero muchísimas monedas.
Alcanzan para un pequeño ramo de flores en el puesto de la esquina.

domingo, 2 de octubre de 2005

Artesanas

Los domingos siempre trato de hacerme una escapadita a la feria hippie. Camino las diez cuadras con el sol en las pestañas y el aire sin ruidos. Maravilloso. Aspiro el olor de los globos, los helados, la gente sonriente y los puestitos con sus innumerables cositas. La gente toma mate en el césped (ah, ¿no se podía pisar el césped?) y charla entre ella. Más alejadas, sentadas en sus banquitos están las mujeres que leen tu destino y los hombres que hacen malabares con fuego, plumas o pelotitas.En un puestito me detengo a observar unos cuadritos y escucho el siguiente diálogo entre dos artesanas.
ARTESANA 1: -Ayer estuve recorriendo el local de Zara.
ARTESANA 2: -Ah, ¿sí? ¿Y encontraste algo?
ARTESANA 1: -No, todo era horrible.
YO (interrumpiendo): -Bueno, menos mal, la ropa de Zara es increíblemente cara.
ARTESANA 1: -Pero ni ganas de tener plata te daba.(risas)
ARTESANA 1: -Yo no me compro ropa ahí pero siempre voy para robar alguna idea. La ropa me la hago yo. Pero esta vez ni una idea, eh. Todo era horriblemente recargado, super hippie pero mal. Un cambalache de retazos de tela. Cualquiera.
Yo (sonriendo): -Claro. Cualquiera.