26/5/21

Cartografía de lo vivo

1.
Me despierto con un dolor. Últimamente, haga lo que haga, siempre despierto con un dolor punzante en las cervicales que va menguando a medida que comienzo con los pequeños movimientos del día. Se ve que tanta quietud nocturna lo invita a hincar sus garras. Descubro que el movimiento lo adormece, lo funde con mi ser.

2.
Todas las madrugadas, cuando este dolor aparece, me sorprende por el lugar. No es un lugar que reconozco como mío. Las contracturas en mi espalda nunca fueron novedad. Convivo con ellas desde que crecí. ¿Cuándo crecí? Tenía 14 años. Lo recuerdo muy bien. Algo pasó, algo se rompió y perdí algo que quería para siempre. Nunca lo recuperé. Pero gané otras cosas. Nunca me arrepentí.

3.
Los dolores que reconozco siempre han estado en el omóplato derecho. Ese dolor alberga acciones que reconozco. Por ejemplo, escribir. Escribía mucho a mano con la mano derecha. Después ya no. Pero la mano derecha siempre está haciendo cosas. Cliqueo con la mano derecha, corto, cocino, alimento, revuelvo, limpio, acaricio, desnudo, cebo mate y... ofrezco con la mano izquierda.

4.
Hay un dolor que descubrí hace unos diez años, en el centro del pecho. Creo que ha estado allí siempre, adormecido por el dolor del omóplato derecho, el dolor de la acción. A veces viene, se queda por un tiempo y luego se va. Descubrí cómo infundirle calor y así calmarlo. En realidad a veces creo que yo estoy allí y desde ese lugar me mando mensajes para dejar de mandarme cagadas.

5.
Hace tiempo que el dolor del centro del pecho no me visita pero entonces empezó este dolor en el cuello. Es atrás, un poco en la base. Cuando lo toco está frío pero si dejo la mano un tiempo empieza a calentarse. Quizás me mudé y ahora habito un poco más arriba. Quién sabe.

15/5/21

Pienso

 Mi trabajo consiste en "tocar" cuerpos. Tocar de una forma especial. No es exactamente un masaje aunque se le parece mucho y tiene efectos muy poderosos. Quienes han recibido sesiones de zen shiatsu lo comprenderán perfectamente. Se ejerce presión con las manos sobre distintas partes del cuerpo del otro pero sin hacer ninguna fuerza. Se trabaja con el propio peso corporal. Es un diálogo entre ese cuerpo y mi cuerpo. Una meditación en movimiento. Mis manos son simplemente las herramientas que llevan un mensaje.

Tocar en este momento tan especial de la pandemia se ha vuelto un lujo. Ser tocados por un otro que no es parte de nuestra burbuja también. Me descubro en un nuevo mundo donde los cuerpos han sido disciplinados, pertrechados para no sentir dolor. Una coraza invisible que se gesta simplemente por la ausencia del tacto. 

También están aquellos otros cuerpos, doloridos y nerviosos. Cuerpos que mutan todos los días donde el dolor repentino viaja como un ping pong de preguntas. Aquí vienen a encontrar una posible respuesta.