26/12/20

2020

Somos humanos, cometemos errores, a veces aprendemos, a veces las cosas nos resbalan. Todos esperan algo de todos. Paciencia. El miedo arranca de cuajo a la esperanza. Lo único que sabemos es que la vida continúa, seguimos respirando, tenemos un cuerpo para sentir, obrar, pensar, meditar.
Este año nos pide que al cuerpo le pongamos más alma. Como dijo por ahí un amigo de la vida: es mejor quererse que tratar de tener razón.

23/12/20

Cerezas

Comprar un kilo de cerezas (sin tener que mirar el precio) para luego poder compartirlo con mi familia en la noche de Navidad: eso para mi es la felicidad. 
Caminar libremente por la calle, que los negocios estén abiertos, que nos saludemos aunque sea de lejos, que haya este clima agradable para que las reuniones sociales se puedan hacer al aire libre, eso para mi es la felicidad.
Que se esté terminando este año con todos en la familia vivos, eso para mi es la felicidad.

10/12/20

Sobre el dolor

 A veces siento que tu dolor es para que los que te rodean aprendamos el poder de la compasión y el amor. Es extraño que tu dolor físico produzca rechazo, enojo, frustración. Cuando vemos sufrimiento deberíamos cultivar la flor de la comprensión. 

9/12/20

Tiempo a los seis años

Mientras armamos el arbolito hablamos con Lolo (6) sobre la noción del tiempo.

-Faltan 16 días para Navidad.
-¿Y eso es mucho o poco?
-Es mucho, no me aguanto.
-Depende de lo que estés haciendo.
-Hay veces que el tiempo pasa re lento y hay veces que pasa muy rápido.
-Eso es porque cuando te aburrís el tiempo pasa más lento. Pero si te divertís el tiempo pasa más rápido.
-¿Entonces hay que divertirse todo el tiempo?
-O podrías dormir. Hay gente que para pasar el tiempo, duerme.
-Podríamos dormirnos acá (señala el sofá de la casa de los abuelos) hasta que llegue la Navidad.

27/11/20

Diego y el protocolo

Diego y el protocolo es un oxímoron.
¿Saben lo que es un oxímoron? Es una figura retórica. Consiste en juntar una palabra con otra de significado contradictorio u opuesto. Se usa mucho en poesía. Por ejemplo: digo "fuego frío" y estoy diciendo un oxímoron porque el fuego nunca es frío. Digo: "Diego protocolo" y ni siquiera es poesía. La patada del Diez manda el "protocolo" al arco. Goooooool.
Eso es lo que pasó un poco ayer.
Lo inexplicable de la masa desbordada no va con el protocolo. Eso lo sabemos todos. Su muerte, como su vida, iba a ser fuera del protocolo. No digo que esté bien ni mal. Simplemente así son las cosas.
La única forma era reprimir. Algo que, se sabe, este gobierno, no quería que sucediera.

19/11/20

Lo mejor de la pandemia

¿Vieron que ayer se cayó el cielo en una lluvia desenfrenada? Es porque yo estaba arriba de un auto, poniendo primera, segunda, doblando por las esquinas de olivos con un instructor de lo más buena onda que me decía: vas bien, vas re bien.

15/11/20

Arenas movedizas

Charla presencial con Lolo (6) el día del cumpleaños de mi papá (71) en el jardín de su casa. (No nos veíamos desde marzo).

-¿Flor, te puedo contar un secreto?
-Sí, claro.
-Pero no se lo podés decir a nadie. Ni siquiera a Nico.
-¿A Nico tampoco?
-Bueno a él sí, pero sólo a él.
-Bueno.
-¿Vos sabías que hay distintos tipos de arena?
-No, ¿cómo sería eso?
-Hay arenas secas, arenas mojadas... y hay arenas movedizas.
-Uy, sí, qué miedo me dan.
-¿Sabés lo que son? Son unas arenas que te chupan los pies.
-¿Los pies nada más?
-No, bueno, te pueden tragar entero.
-Uy, qué miedo.
-Sí, pero yo te voy a contar el secreto de cómo te podés salvar.
-A ver.
-Con mi amiga Elu nos pusimos a investigar y descubrimos un video que te explica qué tenés que hacer para salvarte.
-Ah, qué bien.
-Entonces lo que tenés que hacer es mover el pie así.
-¿Así?
-No, no, lo estás haciendo mal, te estás moviendo toda y así te hundís más. Sólo tenés que mover el pie.
-Ah... ¿así?
-Sí, mejor.
-Bueno, voy a tener que practicar.
-Sí, y otra cosa muy importante que tenés que saber es que si te hundís en la arena movediza tenés que sacarte todo lo que te pesa y arrojarlo muy lejos.
-Claro, para pesar menos.
-Sí y tenés que sacar rápido los brazos, para arriba. Y mover el pie.
-Entonces me saco lo que me pesa, subo lo brazos hacia arriba y muevo el pie como vos me enseñaste.
-Sí... y así no te vas a hundir.
-Gracias Lolo, me ayudaste mucho hoy. Te quiero mucho.
-Yo también te quiero, Flor.

12/11/20

A ras del suelo se ven las flores más pequeñas

"Medida del suelo. Tranco, salto, levitación, anhelada ingravidez sobre el suelo. La danza." 

Alejo Carpentier, La consagración de la primavera

Vivir a ras del suelo. 

Cuando comencé a practicar zen shiatsu esta frase se me hizo carne en el cuerpo. Vivir conectados con el suelo proporciona un hara inteligente, fuertemente anclado a la tierra. Conectar las palmas de las manos con la tierra, que la tierra sea nuestro sostén, que haya un otro en la tierra y, por ende, sea nuestro sostén. Y en esta unión sentir el Qi por todo el cuerpo, como un ramalazo brillante.

Ah.

Me faltó el suelo en estos meses. 

Tuve que andar a tientas, 

con mis manos vigilantes deshojando ausencias. 

Es que a ras del suelo se ven las flores más pequeñas,

las más insignificantes, las más austeras

las que sin saberlo,

con su mera presencia,

brindan el néctar de la existencia. 

9/11/20

vértigo

 De la aspo a la dispo. ¿Ustedes también tienen vértigo?

4/11/20

Ególatras

 Qué miedo que me da la gente que dice: "yo creo en mi sistema inmunológico".

Sueño de pandemia

Nuevos subrayados para un libro trece años después.
Estoy releyendo Crónicas del pájaro que da cuerda el mundo. La historia no me atrapa tanto pero sí reconozco que me resuenan algunos párrafos que en otro tiempo me hubieran resultado insignificantes.
Por ejemplo, Kumiko desaparece y Tooru Okada, o mejor dicho, el señor-pájaro-que-da-cuerda, como le llama tiernamente May Kasahara, entra en un sueño turbio. Mejor dicho, la realidad del señor Okada es tan irreal, los hechos que le han sucedido en los últimos días son tan increíbles que le entran unas ganas muy intensas de dormir: "No era un sueño corriente. Era intensísimo, casi violento. Me arrancaba la conciencia como si alguien le arrancara la ropa a un ser indefenso".
Tengo exactamente este tipo de sueño últimamente. No puedo evitar irme a dormir. Y en ese lapso, ocurren sueños en mi conciencia que en la vigilia me están vedados.
Por ejemplo, sueño que en el fondo de casa se enciende un objeto. Primero saltan unas chispas tímidas hasta formar una hoguera. Yo desenrollo la manguera y, con gran parsimonia, esparzo el agua sobre el fuego en forma de lluvia. El fuego enmudece. Luego con una escoba voy barriendo pedacitos de barro húmedo que han quedado debajo del futón de shiatsu.

31/10/20

Horizonte

Caminamos por la extensa explanada del vial costero de Vicente López. ¡Estamos vivos!, exclama nuestra amiga Ana a la que no vemos en carne y hueso desde antes de la pandemia. Dejamos que el viento nos abrace ya que nosotros no podemos hacerlo. Codito va, codito viene pero que sea el viento suave que sopla esta tarde quien nos rodee con sus brazos livianos. Por ahora nos tendremos que conformar con esa simple caricia.
-No se preocupen, el viento espanta el virus. 
Aún así caminamos embarbijados, sin tocarnos, botellita de alcohol en gel en el bolsillo. Mi cuerpo se mueve sin saber muy bien que hacer con tanto espacio. ¿Me he convertido en un animal de interiores? Eso está por verse. 
Dejamos atrás el miedo y nos entregamos al afuera, a nuestra amiga que se ha venido caminando desde CABA, a otros seres humanos que caminan junto a nosotros en esta tarde de sol. Una extensa marejada de cuerpos muy diversos, con barbijos, sin barbijos, algunos llevan mate doble, otros, más jóvenes (y con menos conciencia) toman mate compartido. 
-Yo quiero empezar a tomar al menos un colectivo cada tanto- nos dice Ana. 
Siento que en parte es una terapia. Volver al ámbito público, luego de tanto tiempo, acostumbrar el cuerpo a vincularse con otros, aunque sea este intento aséptico casi imposible porque la vida no es aséptica.
Como decía Galeano, el cuerpo es una fiesta.
Seguimos caminando, estoy embelesada. Mirar a lo lejos empieza a ser un privilegio de aquellos que tienen horizonte. Tener horizonte, en el medio de esta catástrofe ambiental, es casi una metáfora. Y digo casí porque la verdad es que hace mucho que no veo la línea del horizonte lejana, más allá de mi ventana a la que cada tanto digo, tengo que limpiarle los vidrios.






29/10/20

Una nave

 Abro las persianas de la habitación que supo ser alguna vez un estudio. Hoy es una nave con la cual sorteo el gran océano de las horas. El panel de controles está contra la ventana que da a un árbol. Hoy el árbol amaneció brotado pero los vidrios despiden un frío glaciar. ¿Qué estará pasando afuera? Aprieto unos botones y la máquina me da la información de la temperatura, el día, las horas. Siempre las horas. Abro el calendario donde se suceden las listas, los datos. Tecleo un título, programo una reunión y mando un enlace en el tiempo. Alguien del otro lado recibe el código, lo descifra y ahí vamos. En mi ventana aparece un ser humano listo para su clase del día. 

21/10/20

No se debe oponer resistencia a la corriente

En las páginas de mi edición Crónicas del pájaro que da cuerda al mundo hay muy poco subrayado. Casi diría que no subrayé nada. Fue un libro que devoré. La historia me atrapó al punto de sentirme yo misma Tooru Okada preparando espagueti a media mañana, planchando camisas para calmarse (a mi me calma planchar mis pantalones de shiatsu que son de puro algodón), buscando a un gato perdido, bajando por el pozo de la mansión de los Miyakawi, interactuando con todas esas mujeres raras: Kumiko, May Kasahara, Malta y Creta Kanoo, escuchando las predicciones del señor Honda. 

Sin ir más lejos, una de las enseñanzas del señor Honda me llegó tan profundo que la seguí al pie de la letra en varias ocasiones. 

"No se debe oponer resistencia a la corriente: hay que ir hacia arriba cuando hay que ir hacia arriba, y hacia abajo cuando hay que ir hacia abajo. Cuando debas ir hacia arriba, busca la torre más alta y sube hasta la cúspide. Cuando debas ir hacia abajo, busca el pozo más profundo y desciende hasta el fondo. Cuando no haya corriente, quédate inmóvil. Si te opones a la corriente, todo se seca. Si todo se seca, el mundo se ve envuelto en tinieblas"

Es el único subrayado de un libro extenso que contiene 681 páginas. Este subrayado me llevó al año siguiente a estudiar zen shiatsu. 

Así de importante fue el señor Honda, un personaje de un libro de Murakami en mi vida.  

20/10/20

Queremos tanto a Patti

Leo a Patti Smith y me entran unos enormes deseos de tomar café negro muy caliente. A la derecha tengo el mate recién hecho. No es lo mismo pero va a servir. 

Desde que leo a Patti Smith tengo sueños iridiscentes que no logro descifrar bien. Me despierto varias veces en la noche sintiendo la mirada de los muertos. La gata aprovecha para cambiar de lugar y su larga cola me estremece la piel. 

Nunca me interesaron mucho los viajes pero cuando leo a Patti Smith siento que viajar cobra sentido, que su mirada me transporta más allá de lo mundano, que en realidad sus viajes son la excusa perfecta para celebrar la amistad y la soledad, el amparo de las habitaciones de hotel, el desarraigo de las calles desconocidas, la luz que cae diferente en las páginas de los libros, el gusto amargo del café. 

Leo sus palabras y me entran unas ganas de escribir en cuadernos desprolijos, con letra pequeña y entrecruzada, quiero dibujar diagramas, hacer listas, sacar fotos, tocar la guitarra, amar mucho, desear el bien. 

19/10/20

Otro mensaje al mar

Hubo un tiempo en que fui hermoso y fui libre de verdad... No es verdad. Volvimos a la plantilla anterior. Este blog ha tenido infinidad de plantillas, se ha intentado adaptar a los tiempos de la nueva internet. Primero los monitores se ampliaron, después fueron cuadrados, rectangulares, que si la laptop o la máquina de escritorio. Pero hoy todo se resume a la pantalla del celular. Nadie lee blogs, hoy todos miran instagram. Así que me voy a dar el lujo de volver a la plantilla cómoda. 

Al final no estaba tan errada cuando escribí mi primer mensaje allá por el 2004. Un mensaje dentro de una botella bollando por el mar de la internet llena de datos. Mar de datos. Mar de mensajes. La nube de agua no ha de faltar.

16/10/20

Trashumante

Primavera rara. 
No llueve nada. Entonces tengo que salir a regar para que la tierra no se calcine. El verde se abrillanta, se impregna de ese olor a mojado que sale de las plantas que han estado mucho tiempo secas. Riego sin temor. Salpico con amor el limonero lleno de abejas que buscan el polen de sus flores. Se apaga el zumbido por unos instantes. Luego, vuelve el sonido acompañado de un batir de alas. Hay una telaraña perfecta y delicada entre las ramas que resiste el embate del agua y atrae el movimiento de los insectos pequeños.
Me siento como esa telaraña: delicada, resistente.
En equilibrio trashumante.

7/10/20

Me empecé a relajar y me contracturé

Me empecé a relajar y me contracturé.
Una contractura muy vieja que se empezó a soltar. Pero se ve que por algo estaba porque sostenía algo de mi estructura.
Así que anduve con los omóplatos sueltos y el cuello duro. Me río para no llorar. Bah, no, ya lloré un buen rato. Pero los sollozos me dolían así que tuve que respirar profundo para dejar de sollozar. Y como empecé a respirar profundo creo que se me alivió el dolor. Y es que me di cuenta de que me estaba riendo.
Y al reírme ya no dolía.

28/9/20

Cuidar la infancia

Lolo (6) me llama por teléfono y bajando la voz, en tono de secreto me dice:

-¿Sabés lo que voy a hacer hoy?
-No, ¿qué vas a hacer?
En un susurro me dice:
-Me voy a dormir a lo de Elu.
-¿En serio?
-Sshhhhhh, sí, voy a romper la cuarentena.
Elu es la amiga del alma de Lolo, su gran compañera de juegos. Han llegado a formar una banda por zoom con otros compañeritos del jardín. Imagino esa banda desconectada, el zoom andando a los altibajos de la internet y estos pibes de cinco años intentando conectar de alguna forma. Lolo dice que cuando acabe todo esto la banda se va a juntar "en forma presencial" y van a sonar mejor.
También es cierto que los papás de Elu cuidaron de Lolo cuando mi hermano tuvo que llevar a mi cuñada al hospital. Viven cerca y eso ayuda mucho pero además también son muy buena gente.
Me parte el alma que mi sobrino de seis años sienta que ir a jugar con una amiguita es incurrir en una falta.
En estos tiempos, más que nunca: cuidar la infancia, no perder los vínculos, establecer un equilibrio entre lo sanitario y lo social.
Me pregunto cómo se sale de esto.

16/9/20

Ausencia de comunidad

ALERTA SPOILER.

Seguimos viendo "Mars".
En el futuro, luego de mucho esfuerzo, los primeros seres humanos logran su primer asentamiento bajo tierra para protegerse de la tremenda radiación que hay en Marte (la atmósfera del planeta rojo es muy delgada). Tienen la tecnología necesaria para abastecerse de electricidad, agua, oxígeno. Suficiente para un pequeño asentamiento pero no abundante. Desde la Tierra los poderosos quieren que el asentamiento prospere y crezca. Para ello se necesita más energía. Mandan a una gran científica, una mente brillante, la mejor experta, que va a triplicar la energía en el asentamiento de modo que permita que el invernadero crezca y se multiplique la comida. También envían al mejor botanista del mundo, un hombre obsesivo con sus plantas que sabe muchísimo de cultivos pero muy poco de empatía.
Sucede que Marte tiene durante meses unas tormentas de polvo que azotan a todo el planeta entero. No hay forma de predecir como se comportará la topografía. Marte se convierte en un infierno y sólo resta esperar. La gran científica, de mente brillante, experta en su tema, le dice a la comandante de la misión que ella fue a cumplir con una misión y que la deje hacer su trabajo. La comandante le explica que es muy riesgoso, que no conoce Marte como ellos que han estado viviendo allí alrededor de tres años. La científica brillante dice haber hecho miles de simulaciones en la Tierra y que todas salieron bien y que ella está ahí para duplicar la tecnología y duplicar la capacidad de energía. "Yo vine a hacer un trabajo y lo voy a hacer".
Imaginen qué sigue luego.
Llega la tormenta de polvo, arrasa con todo, se corta la luz eléctrica, se mueren las plantas del invernadero y los seres humanos entran en modo de supervivencia. La científica no se hace cargo de la cagada que se mandó, el mejor botánico del mundo entra en una especie de brote psicótico porque se le mueren sus plantitas (le importa un bledo lo que le suceda al resto de la comunidad que está ahí hace tres años), desde la Tierra creen que la misión fracasó y que es una enorme pérdida de ganancias continuar con el asentamiento.
Yo me acordé de Thich Nhat Hanh que dice: "a menudo pensamos en descubrir nuevas tecnologías, pero en ausencia de verdadera comunidad, la tecnología puede ser más destructiva que constructiva.".
La serie refleja a la perfección esto. Cada vez me gusta más.

15/9/20

Marte

Estamos mirando "Mars", una serie que está en Netflix. La serie tiene dos líneas argumentales que se van alternando y la hacen, a mi juicio, el doble de interesante. Por un lado está la historia de ficción que sucede en 2033 donde un grupo de astronautas "amartiza" en el planeta rojo y tienen que adaptarse para vivir allí. Por otro lado se nos revela información real sobre las investigaciones que se están llevando a cabo para que el viaje a Marte sea una realidad en un futuro no muy lejano.
La verdad es que me alucina todo lo que tiene que ver con el espacio, los astros, la vida en otros planetas, el misterio del universo.
Hace un tiempo vimos otra serie maravillosa que estaba en Netflix pero que la sacaron: "One strange rock". Una roca extraña.
La roca extraña, en realidad, somos nosotros. La Tierra es un planeta que está en lo que los científicos llaman "zona de habitabilidad", es decir, ni muy lejos ni muy cerca del sol: lo justo y necesario para que se encienda la vida. Vista desde afuera, la Tierra es una maravilla con un poder de equilibrio fantástico. Somos como somos porque vivimos en ella, estamos formados por ella. De hecho, uno de los grandes problemas que tienen los astronautas cuando van al espacio es que les cambia el cuerpo porque dejan de ser terrestres. Hay muchas cosas que damos por sentado cuando vivimos en la Tierra.
Ser terrestres es uno de los grande regalos que se nos ha dado.
La serie Mars me alucina por la capacidad que tienen los seres humanos de crear lo imposible. Pero me genera una enorme contradicción. ¿Por qué queremos ir a Marte, un planeta que es la muerte? ¿Por qué gastar tanta energía en crear una ciudad allá donde nada nos es propicio? ¿Por qué no direccionar toda esa maravilla tecnológica para dejar de reventar lo que de por sí nos es dado?
¿Por qué queremos ser marcianos pudiendo ser terrestres?



1/9/20

La vida en la era del zoom

 Eventualmente volveremos a salir. Lo que yo me pregunto es si cuando suceda la mirada habrá cambiado en algo. Acostumbrados a ver el mundo a través de cámaras me pregunto hasta qué punto la técnica habrá dominado nuestra visión del mundo. No es algo que no sucediera antes, claro que no. La técnica ha influido muchísimo en nuestro modo de ser en el mundo. Ha moldeado o, en el mejor de los casos, transformado, nuestra capacidad de expresión.

Todo esto de la técnica viene a cuento porque Nico me manda un plano secuencia de una peli grabada en 1964. "Soy Cuba" de Mijail Kalatozov. El plano secuencia dura como cinco minutos sin cortes, algo que para esa época era muy difícil de hacer. Hoy nos resulta bastante común porque los drones revolucionaron todo. 
Lo vemos juntos y me salen preguntas muy inocentes, como las que hace Lolo (6) cuando ve algo por primera vez y quiere saber cómo funciona: ¿cómo lo hizo? ¿Se subió a una grúa? ¿Se subió a un avión? ¿Había ascensores? Uf.
Bueno, no, lo hizo con cables y muchas personas que ayudaron deslizando la cámara. 
Esa experiencia colectiva en la técnica habla de la misma sociedad. Muchas personas deslizando la cámara a través de cables.

25/8/20

Jazmín

El barbijo no me deja ver bien. Sostengo con los dedos las llaves para abrir la puerta reja. El auto está detrás, listo para salir. Entre todas las capas de ropa que me cubren percibo que el clima ha cambiado. Unas nubes negras perfilan el horizonte. Habrá lluvia. Se me instala en la nariz una ráfaga de perfume que no corresponde con mi sentir. El jazmín chino está comenzando a florecer. Inexorablemente se termina agosto. Inexorablemente tendremos primavera. Inexorablemente no se termina el Covid.

7/8/20

Ganesha

Anoche tuve otro sueño vívido de pandemia. Estaba de visita en una isla donde vivían mis amigos "los psicoanalistas" (?). Eran un montón viviendo en alegre jolgorio en un departamento que quedaba a orillas de un río. Cada tanto se podían ver barcos en el río. De pronto aparece volando un elefante que aterriza en el agua y todos gritan: ¡Ganesha, viniste!
Qué mejunge que tengo en el marote, dios mío.

5/8/20

Formas de matar un árbol

Son tres los troncos que salen de la raíz. La raíz está en la tierra, se nutre de ella. Sin la tierra, sin la raíz, los troncos no podrían multiplicar sus ramas. 
Las ramas son muchas, verde oscuro casi marrón, las hojas salen de a miles, brillantes, verde-claro. Una maraña vegetal de vida exuberante. 
La mente dice: La gata se trepa por el árbol y se escapa, es un peligro. Además nos quita luz y el limonero que está al lado está todo torcido por su culpa. Hay que quitar el árbol.
El corazón se estruja: una pena, me acuerdo de cuando llegó a casa. Eran apenas tres ramitas finitas y sin hojas, una porquería de planta, pensamos que no viviría. ¡Y miren ahora que copa preciosa!
El cuerpo dice: hace meses que estamos dándole la vuelta a este asunto. Me va a costar un ovario y la mitad del otro sacar esa cosa. Pero bueno, cuando me den la orden voy y lo hago.
El corazón dice: si lo vamos a hacer que sea ahora porque si viene la primavera y el árbol da flores no me va a dar el corazón, digo, yo mismo, para hacerlo.
La mente dice: es simple, serruchemos de a un tronco por vez.
El cuerpo dice: bueno.
Son tres los órdenes, tres.
Serruchamos un tronco. Se desprende de la raíz y, cosa extraña, pareciera que el árbol se sostiene tal es el pegoteo de sus ramas.
Serruchamos el segundo y ya la cosa no parece tan fácil. La copa sigue intacta sostenida por el único tronco que queda. Pareciera que el árbol está saltando en una pata.
Vamos que falta poco, dice la mente.
Ya no hay vuelta atrás, llora el corazón.
Quiero almorzar, gruñe el cuerpo.
Serruchamos el tercero y ahora así la cosa empieza a crujir. Se escuchan quejidos de la madera, la copa empieza a balancearse hasta que finalmente se derrumba.
¿Está muerto el árbol?
¿Está muerto?
La raíz se ríe.
Dice: ¡vengan a buscarme, hijos de puta!

15/7/20

Un idioma

Por Pablo Canapé

Es un idioma que aprender,
tiene su lógica perfecta en su lenguaje de símbolos.
Aunque parezcan delirantes e in-dirigibles
los sueños nos cuentan nuestros secretos
lo que a nosotros nos da vergüenza
al subconsciente no,
no tiene moral ni Dios
nuestros miedos y deseos se liberan
del controlador y su frontera
y en un viaje fantástico o aterrador
se revela lo oculto, 
deseos inadmisibles.
Los sueños nos equilibran
comprender nuestro soñar
es comprenderse a uno mismo
porque un sueño puede cambiar la realidad
si se le da la oportunidad.
Cómo no interesarse
en un mundo donde el ciego ve
y los muertos nos abrazan.
Cuando soñamos estamos ahí,
y lo más lindo
formar parte de los sueños de otra persona
ser creado en otro mundo...

14/7/20

La espada

Charlas telefónicas (por el fijo) con Lolo (en breve cumple 6).
-Tenés una espada?
-¿Una espada?
-Sí, una espada... para luchar contra los portugueses.
-Mnno, no... no tengo una espada acá.
-Bueno, ¿tenés una regla larga?
-¿Una regla?
-Sí, la podés usar como espada.
-Sí! ¡Tengo una! Esperá que la busco.
Saco una regla larga del cajón donde guardo los útiles.
-Acá está, la tengo en mi mano.
-Bueno, ¿estás lista?
-Sí.
-¡A la cargaaaaa!
Luego de jugar un rato por teléfono, cuando cortamos, Nico me dice:
-No puedo creer que DE VERDAD buscaste la regla.
-La regla no, la espada.

15/6/20

Vestuario

Empezó a hacer mucho frío y entonces me doy cuenta de que sigo alternando los mismos dos pulóveres desde que comenzó la cuarentena. Mis vestiditos de verano siguen colgados en el placard. Esta bien que casi no abro el placard y voy alternando un par de mudas de ropa pero hoy que hace mucho frío tengo el vago recuerdo de que yo tenía pulóveres lindos guardados en alguna parte. Con ayuda de una escalerita voy bajando la ropa de invierno y acomodando los vestidos de verano en cajas para "archivarlos".
Hace algunos años que vengo regalando mucha ropa que ya no uso. Hoy, sin embargo, me asombra toda esa ropa que tengo sólo para aparentar. Hay muchas cosas que en el medio de una pandemia dejan de tener sentido. Los vestidos de fiesta, los abrigos bonitos, los zapatos incómodos. ¿Por qué uno andaría con zapatos incómodos en su propia casa si puede estar en medias y/o plantuflas?

¿Viste cuando algo se rompe por tu culpa y no tenías idea de que lo habías roto y cuando te lo dicen ni siquiera te importa?
Bueno, eso es el coronavirus.

12/6/20

Buena onda, che

Me quedé en la buena onda y entonces no podía escribir nada. Todo trabado, che. Que hacer pan, que Nico arrancó con sus clases de yoga y está más flexible que un conejo, que si doy clases por zoom, el jitsi o el meet entre amigos, que el whatsapp con la flia, que salir o no salir, que no veo a nadie y veo a todo el mundo virtualmente, que el jardín está impecable, que el gato duerme feliz, buena onda todo, che.
Pero no.
Desde hace unos días siento todo trabado. Voy en automático, leo las cifras, los números, la indignación de todo el mundo por cada cosa que pasa. De pronto todos somos unos pelotudos que no entendemos nada, nadie es tan genial como vos que posteás la posta en tu red social del orto. Pero seguro que vos también estás hecho bosta entonces ni da para enojarse.

30/5/20

PANdemia

Mis primeros panes fueron un fiasco. Pero de los errores se aprende. Por supuesto, yo le echaba la culpa a que no tengo balanza ni rasqueta ni banneton ni un horno como la gente. Pero en realidad el problema estaba en que yo no sabía escuchar la masa. Y entonces me salía un pan con una miga "boba", apelmazada abajo y con grandes agujeros arriba. O me quedaban panes chatos como platos. Finalmente logré un pan de masa madre de aspecto bonito (dentro de lo que mi horno casero permite), una miga deliciosa y alveolada y ese leve sabor ácido que me encanta.

Anoto acá lo que me funcionó:

2 tazas de harina blanca y una taza de harina integral. (3 tazas en total)
1 taza de masa madre muy activa
1 taza y media de agua (esto va a ojo, a veces más, a veces menos)
1 cucharadita de sal.

Primer paso:
Colocamos las harinas en un bowl. Le hacemos un agujero en el centro. En el centro colocamos la masa madre súper activa. En los bordes espolvoreamos la sal (nunca en el centro). Agregamos el agua de a poco e integramos todos los ingredientes hasta que no quede nada seco. Tapamos el bowl con un repasador y dejamos reposar la mezcla una o dos horas (autólisis).

Segundo paso:
Amasado El amasado dura en total 12 minutos con descansos cada tres minutos de tres minutos. Luego de pasados los 12 minutos hay que parar. Si sentimos que la masa no se hizo el problema es nuestro, no de la masa. Dejamos reposar una hora más.

Tercer paso:
Los pliegues. A esta altura la masa está tan linda que plegarla es muy fácil. Yo lo hago dos veces con un intervalo de media hora entre medio.

Cuarto Paso:
Así como está, la tapamos con un nylon y va al frío de la heladera. Por 12 horas mínimo.
También podemos armar el pan. Cruzamos la masa, le damos tensión. Lo mandamos a un banneton (yo tengo una especie de panera a la que le pongo un lienzo con harina para que no se pegue). Y eso va al frío.

Quinto paso:
Desmoldamos el pan. Lo greñamos. ¡Y al horno bien caliente! Horno al máximo. Veinte minutos con vapor. Veinte minutos sin vapor.

Sexto paso:
Se lo saca del horno, se lo coloca en una rejilla y se espera a que se enfríe para cortarlo. Aún cuando se saca del horno el pan continúa cocinándose por dentro.


17/5/20

Yogi

Algo que pasó hoy y no me quiero olvidar. Nico hizo su primer adho muka svanasana y no se murió en el intento.
Cada día que pasa me pide más práctica.
Vamos a terminar la cuarentena con un yogi.

16/5/20

Dar clases para la cámara

Sábado por la mañana. Hoy tenemos práctica.
Voy en busca de la tablet y verifico que tenga carga.
Barro la sala, acomodo el mat, coloco los tacos de madera cerca. Abro las cortinas de par en par para que entre luz natural. Siempre que hago esto pienso que debería limpiar los vidrios pero, por suerte, eso en el video no se ve.

Prendo la cámara y acomodo el ángulo. Lo fijo de manera que todo mi cuerpo se vea. Pruebo que no se corten las manos cuando extiendo los brazos hacia arriba. Me subo en puntitas de pie y me miro por última vez en la cámara reversa. Me doy el ok.

Pongo play y ya estoy en escena. Camino hacia el mat, doy un breve saludo de bienvenida ubicándome en tiempo y el espacio: "Hoy es sábado por la mañana, vamos a hacer nuestra práctica de yoga". Es importante porque podría no ser sábado a la mañana y podría grabarme haciendo otra cosa. Siento que hay que dar un marco. Entonces le hablo a la cámara y cuando lo hago trato de recordar algunas caras de cuando el mundo era otro y yo tenía contacto real con cuerpos. 

Empiezo. Pies paralelos, alineación del cuerpo, doy direcciones, prestamos atención, registramos, sentimos. Llevamos la atención a la respiración. Nos movemos con la respiración. 

Y pasa una hora. Yo me muevo para la cámara. Indico cuando hay que respirar y cómo. hablo mientras me muevo. Todo el tiempo que hablo estoy exhalando. Entonces cuando digo: "inhalo", en realidad estoy exhalando. Voy al contrario de todo lo que indico. Pero en el video se ve divino. 

Termino agotada con una necesidad enorme de hacer mi práctica de yoga.

15/5/20

Pan Qi

mi cuarto pan de masa madre
va a salir bien
lo intuyo

me puse a practicar Qi gong:
en mis manos sentía
los movimientos del pan

13/5/20

Tapa boca

Me tapo la boca como puedo. No sé coser, no voy a aprender ahora. Me armo un tapaboca con un pañuelo de florecitas de ciruelo y unos ideogramas chinos que no sé qué significan. El pañuelo me lo trajo mi papá hace mucho tiempo de China cuando China era un lugar donde se hacían negocios y no "el lugar" de donde surgen los virus de pangolín. Como no uso pañuelos, en ese momento lo guardé en el fondo del cajón de las bombachas pero ahora que tengo que usar tapaboca se convirtió en un objeto importante.
Me miro un segundo al espejo y observo las florecitas tapándome la boca. Me pregunto si alguien se lo tomará a mal esto de taparme la boca con florecitas e ideogramas chinos. Parece un chiste. Podríamos pensar que al final los chinos nos pusieron la tapa a todos si no fuera porque primero se la pusieron ellos y no tiene gracia. 
Una vez en la calle sucede lo predecible: se me salta una gomita y se me desnuda la mitad de la cara. Siento el aire nuevo como si fuera la mano de un desconocido en algún lugar íntimo de mi cuerpo. ¡Oh no!
En realidad no me quiero tapar la boca. No quiero. Pero estoy en la calle, está todo el mundo con la boca tapada con sus tapabocas comprados por mercado libre o vaya uno a saber.
Entonces entro al chino con el pañuelo de florecitas arrugado, mal encajado entre los bordes de mi campera y al borde de la hipoxia veo: barbijos a $140. Hay tres colores: negro, blanco y rosa. 
Balbuceando le pido uno rosa para ponerle onda a la cosa.  
Y otra vez, la china me salva.

10/5/20

Canto védico + práctica meditativa




Este jueves 14 de mayo a las 18:15 estaré guiando junto a dos profes más una práctica meditativa GRATUITA a través del canto védico. Estas prácticas son gratuitas y se vienen dando todos los jueves via zoom por un grupo de profesores de la Tradición Krishnamacharya en la Argentina.
El sonido en sánscrito acarrea en su interior la vibración de los elementos que gobiernan nuestras energías llevándonos a una experiencia interior.
Si quieren participar me avisan y les pasó el ID y la contraseña para que se conecten al Zoom.
¡Gracias!

9/5/20

Neelakanta

Hay una leyenda hindú que cuenta que tanto dioses como demonios decidieron batir el océano cósmico para así obtener el amrta (el néctar de la inmortalidad). Lo hicieron con la ayuda de una montaña y una serpiente anudada a su base a modo de cuerda. Comenzaron a batir pero lo que salió del océano fue un veneno muy poderoso que podía matar a todas las criaturas. Nadie quería ese veneno pero Shiva movido por la compasión bebió todo ese veneno y lo retuvo en su garganta purificando nuevamente el océano. Por eso se lo conoce a Shiva también como Neelakanta (el que tiene la garganta azul por el veneno).
Al retener el veneno en su garganta Shiva no lo traga. El veneno no lo afecta y le da la capacidad de transformarlo. Shiva acepta el veneno, no lo niega y lo toma como una oportunidad para transformarlo.


7/5/20

Masagochi/cuarentena/marcha contra el comunismo

Mi amor por Masagochi me lleva a situaciones muy bizarras. Ahora que vino el frío y que el cuarto donde esta el escritorio es el más pequeño, por ende, el mejor caldeado, Masagochi está conmigo. Hoy voy a intentar hacer el cuarto pan de la cuarentena y para eso estoy intentando mejorar algunas cosas. Nunca lo hago igual, ergo, nunca sale igual. Voy aprendiendo de mis errores.
Me pasaron el canal de Youtube de un panadero español que te explica cómo hacer el mejor pan de masa madre. El panadero es un sol, con unas manazas preciosas (no puedo evitar mirarle las manos redondeadas y generosas que tiene) pero para hacer el pan tiene un montón de adminículos que yo no poseo. A saber: balanza, amasadora, rasqueta, una piedra para horno y un cuchillo para greñar el pan.
A falta de eso tengo un bowl blanco lindísimo que me traje una vez de Uruguay, una especie de paleta de plástico que me sirve las veces de rasqueta, un horno que anda como se le canta y ninguna balanza.
El panadero español empieza refrescando su masa madre y te explica cómo hacer para que Masagochi quede perfecta. Partiendo de una masa madre ya activa coloca en un frasco limpio 30 gramos de masa madre, 35 gramos de agua y 35 gramos de harina. Revuelve y deja reposar el frasco un par de horas, es decir, hasta que duplique su tamaño. Su Masagochi debe ser más potente que la mía porque mi Masagochi tarda un poco más que dos horas. Yo no tengo modo de realmente calcular los gramos de Masagochi. Averigüé que una cucharada sopera panzona son 30 gramos de harina. Pero la harina no es masa madre. Otra vez, a ojo.
 De todos modos, esta vez lo voy a hacer distinto. La autólisis, por ejemplo, la haré sin la masa madre, solo con la harina y el agua. Y en el momento de empezar a amasar le meteré la masa madre ya activada.
Como todo esto lleva un montón de horas podré pasar este jueves con mi mente ocupada en algo en vez de andar preocupada porque un montón de irresponsables con barbijo quieren romper la cuarentena con la consigna: "no queremos comunismo".
 

5/5/20

La vieja está en la cueva

Se puso fulero el otoño. Hasta ahora venía soleado o lluvioso. Pero el otoño con viento ya es otro cantar. Esa mezcla de frío, viento y lluvia da para quedarse en la cueva. Como ya estamos en una cueva (y muy confortable, debo admitir) me pongo a pensar en qué cosas solía hacer los martes en mi vida de antes. Por ejemplo, hubo martes del año pasado en los que con este mismo frío y lluvia me levantaba antes de las seis para estar a las siete y media de la mañana dando una clase de yoga en Martínez. En días como estos pienso que esas cosas eran surrealistas y no el hecho de estar encerrada ya más de cuarenta días adentro de mi casa.

4/5/20

Un adelantado

El doc venía todas las semanas. Jamás faltaba a su sesiones de zen shiatsu. Sus martes eran sagrados. Era "su" hora.
Vale la pena aclarar para quien no lo sabe: las sesiones de zen shiatsu se hacen sobre un futón (japonés) que contiene capas y capas de puro algodón natural. Los terapeutas de zen shiatsu trabajamos siempre a ras del piso, en contacto con el suelo, por eso, para proteger nuestras rodillas, si somos afortunados, lo hacemos sobre un futón. Usamos nuestro propio peso corporal para dar un masaje, nunca utilizamos la fuerza. De ahí que podamos dar varias sesiones sin cansarnos ni lastimarnos. Mi consultorio tenía (tiene) un futón hermoso de tres metros por dos metros y medio. Es decir, una habitación acolchada en casi su totalidad para el placer visual del que viniera a recibir su sesión. El futón era (es) rojo e invitaba (invita) a la relajación plena. Ya era (es) un terapeuta en sí mismo.
El doc venía siempre pero alguna vez tuvimos que suspender su sesión porque yo no me sentía bien y en eso siempre fui muy tajante: no doy (no daba) sesiones enferma.
-Me agarré una gripe -le decía- pero en unos días estaré bien.
Y él me corregía, más bien, me instruía:
-No, Florencia, no te agarraste una gripe, te agarraste algún virus, estarás con algún proceso viral que duran unos pocos días. Una gripe es otra cosa.
Un día, luego de su sesión, mientras lo acompañaba hasta la puerta de calle me dijo preocupado:
-Vos tendrías que vacunarte contra la gripe, sos como el personal de salud, como nosotros. Estás muy expuesta. Y no estaría mal tampoco que usaras barbijo.
Yo me reí con ganas.
-¿Barbijo, doc? ¿Cómo voy a dar sesiones de shiatsu con barbijo?
Le decía que no, que no hacía falta. Y menos aún vacunarme. No soy antivacunas pero la vacuna contra la gripe era para la gente mayor o gente con alguna complicación previa, gente que no era (es) yo. ¿Cómo iba a conectarme con mi receptor con un cacho de tela taponándome la cara. ¿Cómo iba a sentir su energía si el barbijo no me dejaba respirar? ¡Pero por favor!
Cuando empezó lo del Covid-19 primero no supe nada. ¿Qué era el Covid-19? ¿Una gripecita? ¿Se morían los ancianos? ¿Se morían los hipertensos? ¿Se morían los diabéticos? De pronto, supe. Era el fin. Miré el futón extendido en el suelo, rojo y mullido, pero esta vez sólo vi virus, bacterias, millones de microorganismos vivientes deslizándose entre las capas y capas de algodón como si de una montaña rusa se tratara. Lo enrollé con amargura y lo tapé con una sábana que me supo a mortaja.

Ahora que lo pienso el doc era un adelantado. Si vuelvo alguna vez a dar sesiones de zen shiatsu seguramente tendré que hacerlo con todas las medidas de seguridad necesarias (barbijo incluido) y también tendré que darme la vacuna de la gripe por las dudas.

Ni ganas de volver a tocar gente, che.

1/5/20

Feliz cumple, mi amor

Sepan que el amor en los tiempos del coronavirus es que un montón de familiares y amigos diversos entren a una reunión de zoom y te canten al unísono (algo imposible en esta plataforma) el "feliz cumpleaños". Un coro hilarante de voces lejanas que por el arte de internet se metieron en casa.
Grabamos la reunión a modo de documento histórico para aleccionar a las generaciones futuras de cuando hubo una pandemia y una cuarentena.

21/4/20

Soy una profe de yoga

Soy una profe de yoga. Todo virtual, todo on line.
Te grabo un video, te hago una transmisión en vivo.
Yo, que no podía sacarme ni una selfie.
Les juro que no me reconozco.

18/4/20

Y la campana invisible se hace aire

Me quedó bastante harina de motze (mi abuela Ester lo pronunciaba así) y sería un desperdicio que se echara a perder. Voy a hacer kneidalej para varios y luego llevarles un táper a mis viejos que viven acá a ocho cuadras. La comida de la infancia es poderosa y mi mamá con la cuarentena anda deprimidísima. Estoy decidida a levantarle el ánimo con los kneidalej que hacía mi abuela.
Seguramente no saldrán parecidos porque nunca heredé sus recetas. Pero eso me tiene sin cuidado. Mi abuela no era buena cocinando. Lo que importa acá es el gesto. La mano de mi compañero hace esa magia. Yo no sé que tienen esas manos...

Salir de casa nos pone cada vez más nerviosos. Hacemos toda la rutina de colocarnos la ropa de calle, los barbijos, subirnos al auto. Los kneidalej pasan a un segundo plano. El plan es no salirnos del camino, ir directo, dejarles el táper y volver. Durante el trayecto observo lo obvio: calles vacías y árboles dorados por el otoño. Lo bello, vedado. Miramos el mundo a través de una campana. El aire limpio y soleado no pasa por el barbijo que tapa mi boca y me deja a solas con mi soledad.

Veo a mi mamá a la distancia de un metro y medio y es como sostener un pañuelo que seca lágrimas ausentes. La tristeza está ahí pero no se ve. Le entrego el táper y empiezo a sentir la desolación de mi acción inútil. Mi mamá me agradece, incluso trata de sonreir. Hacemos unos comentarios en voz alta, no sé por qué desde que comenzó la cuarentena todos hablamos a los gritos, como si realmente existiera un campana invisible que nos envuelve y nos separa del mundo. Me doy cuenta que además no sé hablar con barbijo.

Volvemos a casa como aquellos animales asustados que intentan esconderse en un pozo. Nos sacamos los zapatos. Nos lavamos las manos, ponemos a lavar los barbijos. Me enojo conmigo misma. Podría haberle hecho una compra, algo de la farmacia que seguro le faltaba, hacer algo útil.

Bueno. 

Mi mamá me acaba de llamar. Se está riendo. Creo que habrá que aprender a esperar, que la comunicación ahora llega con delay. Pero cómo saberlo si no puedo quedarme con ella y verla saborear ese plato, cómo saberlo si no puedo traspasar el umbral de su casa. Entonces resta esperar. Como cuando uno escribe un texto, lo publica y espera a que alguien lo lea, le de un sentido a esa acción.
Un sentido. Ahí es cuando lo inútil se torna bello y la campana invisible se hace aire.



17/4/20

En el siglo XV no se consigue

El pan de masa madre fue un fiasco con un sorprendente buen sabor. ¿Qué significa esto? Que me quedó un pan chiquito, medio deforme, levó poco pero... el sabor es exactamente el sabor agrio que yo recordaba de los panes de masa madre que alguna vez compré en alguna feria. La miga era la miga típica de la masa madre, toda agujereada y hasta se creó un poquito de corteza ya que le metí una bandeja con agua al horno de mierda que tenemos en casa. O sea que con todas las de perder, (harina de súper, un frío de cagarse donde ni a palos la cocina estaba a 25 grados, un horno que hace lo que quiere y cuando quiere) haber logrado este resultado me pone muy muy feliz.
De ahora en más voy a contar los días de la cuarentena en panes de masa madre. Cada uno me lleva más o menos una semana así que espero que no sean muchos. Y si son muchos que el resto salgan mejores.

16/4/20

Volver al siglo XV

Cuando le cuento a mi papá que estoy haciendo pan de masa madre y todos los pasos que eso conlleva me dice: ¡pero volviste al siglo XV!
Bueno.
Ya han pasado cinco días y la masa madre huele bien, ha duplicado su tamaño y tiene la consistencia de una mousse. No lo puedo creer. ¡No lo puedo creer!
No se puede hacer esperar a un gran amor así que pongo manos a la obra. Mezclo tres partes de harina con dos de agua y una de masa madre, integro los materiales y los dejo reposando una hora. Este un proceso que tiene un nombre muy lindo y que lo descubrió un experto en pan llamado Raymond Calvel en 1974. Búsquenlo, está en Wikipedia. Se llama autólisis. Parece magia porque uno no hace nada, sólo deja que la masa se amase sola.
Luego hago los primeros cuatro pliegues. La masa está blanda y se deja estirar. La puedo plegar casi sin problemas. Espero media hora. La segunda vez sale mejor. No se me pegotea, qué lindo. Vuelvo a esperar media hora. La tercera vez... ¿qué hago, la vuelvo a plegar o la dejo reposar un par de horas? La pliego por tercera vez. Listo. Ahora sí, a esperar dos horitas.
Como hace un frío de cagarse mi compañero prendió el horno de antemano. Un genio. Pensó en mi masa. Díganme si eso no es amor. Pero la masa está, digamos, casi igual que dos horas atrás. ¿Qué hago? ¿Un cuarto pliegue? ¿Me arriesgo a hacer el pan así? Me arriesgo. De última quedará una especie de chapati. Esparzo harina en la mesada y logro un bollo bastante digno.
Ahora 24 horas a la heladera y mañana será otro día.

15/4/20

Un pequeño rasgo inmenso

Ya está. Hoy lo decidí. No voy a cortarme más las uñas. Me las voy a dejar largas. Esta es mi forma de decirme a mi misma que si ya no soy una terapeuta de shiatsu (al menos no hasta que se termine esta cuarentena) mis uñas crecerán libres.
Hablando de uñas, ayer la gata en un ataque de nervios, me dio un zarpazo en la mano. Supongo que está harta de mi y quiere que me vaya, como me iba antes cuando la dejaba sola para que ella desplegara su pequeña vida felina mientras yo trabajaba. La gata ha dejado de ser un poco gata y yo he dejado de ser una terapeuta. Estamos a mano.
Pero vuelvo a las uñas. Ya está, ya lo decidí. No me las voy a cortar. O quizás me las vuelva a cortar pero con formas raras. Nunca supe bien cómo eran mis uñas libres. Antes de ser terapeuta de shiatsu tenía la costumbre de sólo cortarme las uñas de la mano izquierda y dejarme redonditas las uñas de la mano derecha. Costumbre que empecé a las once años cuando abracé una guitarra por primera vez y Jorge, mi primer profe de guitarra, intentó enseñarme a sacarle un sonido más o menos decente. Fue él quien me quitó esa horrible costumbre que tenía de morderme las uñas. Porque de chica mis uñas estaban siempre rotas y comidas hasta el borde. Era una costumbre espantosa pero yo no me daba cuenta, era lo normal. En mi casa, mi mamá se comía las uñas y era un rasgo que no parecía que se pudiera cambiar. Como una de esas recetas familiares, un rasgo heredado, una manera de ser. Pero mi amor por la guitarra y un poco también porque otra alumna de Jorge me mostró sus uñas perfectas y a mi me dio una envidia tremenda, dejé de comérmelas y empecé a cuidarlas con esmero y fruición. Incluso llegué a comprarme un fortalecedor de uñas que tenía brillito.
Entonces ahora que lo pienso, mis uñas nunca fueron realmente libres. Primero mordidas luego limadas y finalmente cortadas con la prolijidad de un cirujano una vez a la semana.
Entonces no está mal dejar que mis uñas se muestren por primera vez tal como son. Y me gustan. Son fuertes, tienen la forma perfecta que enmarca mis dedos y no se quiebran.
Capaz de esto se trata esta cuarentena: descubrir en estos gestos un pequeño rasgo inmenso.

14/4/20

Masa madre

Quien hubiera dicho que un puñado de harina mezclado con agua de la canilla iba a ser el comienzo de una especie de amor. El primer día lo hice con bastante poca fe. Un par de cucharadas en un frasco de harina común (la única que había en casa) y un poco de agua. Mezclé hasta que se hizo una crema. Luego tapé el frasco. Después medio que me olvidé pero al día siguiente fui a mirar qué había sido de la cosa cremosa. Estaba pálida, algo grumosa, tenía un leve aroma ácido. No me gustó para nada. Pero ya estaba en el baile así que le tiré otro par de cucharadas, agregué un poquito más de agua y cerré las ventanas de la cocina. Ese día usé el horno para ver si la cosa crecía un poco. Creo que se sintió mimada. Al día siguiente estaba espumosa, un leve aroma frutado. Me envalentoné. Le empecé a hablar (como a las plantas). Pero cuando hoy (tercer día) le iba a agregar el harina sentí una puntada de angustia. Le agregué agua, quedó un poco acuosa, ¡no! ¡Horror! No hay nada peor que ver esa masa espumosa desinflarse, amigos. Es como cuando el amor se nos va, irremediablemente, no hay forma de retenerlo, todo lo que sube baja, todo lo que se expande, se contrae. El tiempo es inexorable, la arena se escurre entre los dedos.

Ah, mañana les cuento si pude hacer pan.

13/4/20

Genius

Ayer por la tarde vimos "Genius", un film basado en una historia real que trata sobre la amistad entre un escritor y su editor y el amor que tienen por la literatura en una Nueva York de 1929. El escritor es Thomas Wolfe y el editor es Maxwel Perkins. La película es hermosa y las actuaciones de Jude Law (Thomas Wolfe) y Colin Firth (Max Perkins) son impecables.
Entre otras cosas me pareció hermoso que la película destierre esta idea de que alguien puede crear algo en completa soledad. De que el genio es producto de una mente solitaria. Al contrario, la genialidad de los escritos es porque allí hay un diálogo entre el escritor y el editor. Y en ese diálogo está la amistad y el amor por las palabras.
Personalmente no he leído nada de Wolfe. Parece que sus novelas eran inabarcables, verborrágicas. Perkins le dio un cauce a ese desborde.
Qué necesario es el otro para vernos, qué necesario es el otro para que surja lo mejor de nosotros. Qué necesario es el encuentro.
En estos tiempos solitarios en donde la comunicación se ha vuelto tan virtual que no hay lugar para el otro sino para un yo y otro yo separados por la pantalla esta película se vuelve indispensable.


11/4/20

Ella dice

Ella dice
me muero de dolor,
ya no aguanto más,
las cosas perdieron sentido.
Ella dice
las mañanas son lo peor.
Entonces ya sé que no debo llamarla por la mañana porque tiene mucho orgullo y antes que estar dolorida prefiere estar enojada.
En la vida de antes yo habría sabido como hablarle.
Mejor la llamo después del mediodía.
Me la imagino chiquita, tomando su café,
prendida al hilo telefónico de mi voz.

10/4/20

Lo que no cambia en una cuarentena

Por la noche recibimos un mensaje de nuestra amiga L.
-Van a recibir un regalito de parte nuestra mañana. Se los voy a mandar en una moto. Si quieren lo pueden desinfectar.
Nos reímos. ¿Nos reímos? Estamos ya en la cama a la luz de los veladores. Nos vamos a dormir intrigadísimos pensando en qué nos enviará L al día siguiente.
Llega la mañana. L nos manda un mensaje:
-La moto ya está en camino.
Mi compañero me pregunta si está bien darle 100 pesos de propina al motoquero. Si está bien que no quiera tocarle las manos al motoquero. Si está bien que desinfectemos "el regalo".
Me pongo guantes de goma. Preparo la lavandina para cuando llegue el regalo. ¿Cómo era? Una medida por diez de agua. Me acuerdo del meme que anda dando vueltas por toda internet: un tigre de bengala que le dice a otro tigre de bengala albino: una medida por diez de agua. Y el tigre de bengala albino lo manda a la mierda.
Llega la moto. Es una caja. ¡Es una caja de vinos! ¡Es una caja de vinos de una bodega que le gusta mucho a L! Traemos la caja de vinos a la cocina con gran cuidado.
La depositamos en una mesada. Le pasamos el trapo con la lavandina, pasamos el trapo con la lavandina a la superficie donde apoyamos la caja, luego vamos desandando todo el camino por donde anduvo la caja hasta llegar al picaporte de la puerta.
-¿Le pasamos también lavandina a las botellas de adentro?
-¿Vos me estás jodiendo?
-No.
Le escribimos a L que es la mejor amiga del mundo mundial. Si hay algo que no cambia en esta cuarentena es que beber con amigos (aunque más no sea a la distancia) sigue siendo un placer muy especial.

7/4/20

Cuarentena por Paul B.

Caí enfermo en París el miércoles 11 de marzo, antes de que el gobierno francés decretara el confinamiento de la población, y cuando salí de mi cama, el 19 de marzo, algo más de una semana después, el mundo había cambiado. Cuando entré en la cama el mundo era próximo, colectivo, pegajoso y sucio. Cuando salí se había convertido en lejano, individual, seco e higiénico. Mientras estuve enfermo no me resultaba posible evaluar lo que estaba sucediendo desde un punto de vista político o económico, porque la fiebre y el malestar se apoderaban de mis energías vitales. Nadie es filósofo cuando le estalla la cabeza. De vez en cuando miraba las noticias, algo que solo servía para incrementar el malestar. La realidad no podía distinguirse de un mal sueño y la primera página de todos los periódicos era más inquietante que cualquier pesadilla causada por mi delirio febril. Durante dos días enteros decidí no abrir una sola página de internet como prescripción ansiolítica. A eso y al aceite esencial de orégano es a lo que atribuyo mi curación. No tuve dificultades para respirar, pero tuve dificultades para pensar que podría ser respirando. No tuve miedo de morir. Tuve miedo de hacerlo solo
Lo primero que hice cuando salí de la cama después de estar enfermo con el virus durante una semana tan inmensa y extraña como un nuevo continente, fue hacerme a mí mismo esa pregunta. ¿Bajo qué condiciones y de qué forma merecería la pena seguir viviendo? Lo segundo, antes de encontrar respuesta a esa pregunta, fue escribir una carta de amor. De todas las teorías del complot que he leído la que más me seduce es la que dice que el virus fue creado por un laboratorio para que todos los loosers del planeta pudiéramos recuperar de una vez a nuestros exs – sin vernos forzados sin embargo a volver con ellos.Entre fiebre y ansiedad, se me ocurrió que los parámetros a través de los que se organiza el comportamiento social habían cambiado para siempre y que ya no podrían ser modificados de nuevo. Esto fue lo que sentí como una evidencia que se abría paso en mi pecho, al mismo tiempo que mi respiración se ampliaba. Todo quedaría fijado en la forma inesperada que ahora habían tomado las cosas. A partir de ahora, tendríamos acceso a las formas más excesivas de consumo digital que pudiéramos imaginar, pero nuestros cuerpos, nuestros organismos físicos, estarían privados de todo contacto y de toda vitalidad. La mutación tomaría la forma de una cristalización de la vida orgánica, de una digitalización total del trabajo y del consumo y de una dematerialización del deseo. Los que estaban casados estarían a partir de ahora y ya para siempre condenados a estar veinticuatro horas al día con la persona con la que se habían casado, independientemente de la amaran o la odiaran, o ambas cosas al mismo tiempo – lo que dicho de paso, es lo más habitual: el matrimonio se rige por una ley de física cuántica en la que no hay oposición de términos contrarios, sino simultaneidad de lo aparénteme dialéctico. En esta nueva realidad, los que habíamos perdido el amor o no lo habíamos encontrado a tiempo, es decir, antes de la gran mutación del Covid-19, estamos condenados a pasar el resto de nuestra vida totalmente solos. Sobreviviríamos, pero sin tacto, sin piel. Los que no se habían atrevido a decir a la persona que amaban que la amaban, ya no podrían reunirse con ella aunque pudieran expresarle su amor y tendrían ahora que vivir siempre en la imposible espera de un encuentro físico que ya jamás se produciría. Los que habían elegido viajar, quedarían para siempre del otro lado de la frontera y los burgueses que se fueron al mar o al campo para pasar en sus agradables residencias secundarias los días del confinamiento (pobrecitos) ya no podrían volver nunca más a la ciudad. Sus casas serían requisicionadas para acoger a los sin domicilio fijo que sí vivían en la ciudad. Todo quedaría fijado en la nueva e imprevisible forma que las cosas habían tomado después del virus. Lo que parecía ser un confinamiento temporal se extendería durante el resto de nuestras vidas. Quizás las cosas volvieran a cambiar, pero no para aquellos que ya teníamos más de cuarenta años. Esa era la nueva realidad. Entonces tuve que pensar si merecería la pena seguir viviendo así. ¿Bajo qué condiciones y de qué forma merecería la pena seguir viviendo?

Cargada de toda la ansiedad y el lirismo acumulado durante una semana de enfermedad, de miedos y dudas, la carta a mi ex no era solo una desperrada y desesperante declaración de amor, sino y, sobre todo, un documento vergonzante para el que la firmaba. Pero si las cosas ya no podían cambiar, si los que estaban lejos ya no podrían volver a tocarse jamás, ¿qué importaba el ridículo? ¿Qué importaba ahora decir a la persona que amas que la amas aunque ella ya te haya olvidado, o incluso remplazado, si de todos modos ya nunca podrías volver a verla? El nuevo estado de cosas, en su inmovilidad escultórica, concedía un nuevo grado de what the fuck incluso al propio ridículo. Escribí aquella bella y horriblemente patética carta a mano, la metí en un sobre blanquísimo, escribí sobre él con mi mejor letra el nombre y la dirección de mi ex. Me vestí, me puse una mascarilla, los guantes y los zapatos que había dejado en la puerta y bajé hasta la entrada del edificio. Allí, siguiendo la lógica del confinamiento, no salí a la calle, sino que me dirigí al patio de las basuras. Abrí el cubo amarillo y, puesto que se trataba de papel reciclable, metí en él la carta para mi ex. Volví a subir las escaleras hasta mi apartamento. Dejé los zapatos en la puerta. Entré en casa, me quité los pantalones y los metí en una bolsa de plástico, me quité la mascarilla y la puse a ventilar en el balcón, me quité los guantes y los tiré a la basura, y me lavé las manos durante dos interminables minutos. Todo, absolutamente todo, estaba fijado en la forma que había tomado después de la gran mutación. Volví a mi ordenador y abrí mi correo electrónico: y ahí estaba, un mensaje de mi ex titulado "pienso en ti durante la crisis del virus".

Paul B. Preciado. 

6/4/20

Misceláneas

Querés hacer berenjenas pero de pronto te das cuenta de que no es buen momento para quedarte sin aceite, vinagre, sal.
Querés hacer una torta pero te das cuenta de que queda poca harina y mejor guardarla para la masa de las tartas saladas. 
Querés hacer un guiso y le metés menos cebolla porque tenés que racionar para que te alcance lo más que se pueda. 
Querés tomarte todo el vino pero te das cuenta de que era más divertido compartirlo con amigos que hacerlo via zoom, con una camarita pedorra, con la internet que va y viene (y además tiene que alcanzar). 
Se te muere el teléfono y no podés salir a comprarte uno nuevo. Agradecés tener el anterior funcionando (4 gigas de memoria, amigos, dejen de enviar videítos, la puta madre) y que todavía sirva para instalar el whatsapp nuestro de cada día (cada vez más complejo). 
Se te acaba el shampoo sólido y ya fue, volvés al shampoo con envase de plástico porque no hay shampoo sólido en los negocios cerca de tu casa y no vas a romper la cuarentena para salvar al planeta de un envase de plástico. 
Se te corta el video que estabas grabando para la clase de yoga y decís, máh, si, yo subo el video igual, ya no te importa la desprolijidad, lo importante es la actitud.
Se extraña a los que hoy están lejos y no se puede abrazar y antes estaban tan cerca que no los abrazabas tanto. 

5/4/20

Ya no es verano

Hace unos meses (era verano y no había pandemia) mi suegra le pasó a Nico su receta de cómo hacer sus berenjenas en escabeche. De hecho, esa tarde hicieron juntos la receta. Cuando Nico descubrió los mil pasos que su mamá hacía para que las berenjenas le quedaran espectaculares le pidió perdón por todas las veces que le había pedido que le hiciera un frasco de berenjenas.

Hoy hicimos su receta.

La verdad, Zuly, es que te extrañamos. Ahora están en un frasco, habrá que esperar a que tomen sabor. Estoy segura de que quedaron espectaculares y ya no nos pareció tanto trabajo. Tenemos todo el tiempo del mundo, ya no es verano y estamos en el medio de una pandemia.

1/4/20

Sostener desde la voz

Con la pandemia el trabajo de todos ha cambiado.
Algunos ya no tienen trabajo, otros se reinventan con el teletrabajo, otros intentan inventar lo que no existe.
Las sesiones de shiatsu, bien gracias. No creo que vuelva a tocar a un ser humano hasta la primavera o hasta que salga la vacuna contra el COVID-19. El arte de "tocar" a partir del tacto real se ha reducido a la nada misma. Cero. Kaput.
Se vuelven fuertes, sin embargo, todas aquellas terapias donde la voz sostiene el contacto.

Al final de una clase particular, via Zoom, con una parejita que ya tomaba clases presenciales conmigo, se cortó la luz. La comunicación quedó pendiendo de un hilo. La pantalla se puso negra y escuchaba voces entrecortadas. Estábamos ya casi al final de la clase.
La llamé a ella a su celular y le dije que me pusiera en altavoz.
-No es importante que nos veamos. Simplemente escuchen mi voz. Voy a guiar la relajación.
Savasana, la dulce savasana nunca puede faltar en una clase de yoga.
Es, les diría, el momento clave en donde todos los beneficios de la práctica descienden sobre el cuerpo. Cuando la energía encuentra su cauce.
Cerré los ojos y los imaginé recostados en sus mats. Con el celular en la mano fui dando pautas de respiración, visualizaciones claras y luego cerramos cantando el om tres veces. Desde la opacidad del celular escuchaba sus voces sostenidas por ese hilo de comunicación.
Cuando la práctica terminó escuché sus palabras de agradecimiento.
Ah, la voz, la voz que sostiene la práctica. La voz que sostiene la mirada hacia adentro.
La voz que guía hacia el propio silencio.




31/3/20

Habitar lo que es

En estos días sólo quiero llorar.
Ya no quiero iluminarme, ni ser ingeniosa ni aprender cosas nuevas.
Llorar, eso.
Pero no me sale ni una lágrima.
Mi luz y mi sombra me dicen en un susurro:
todo lo que hay es.
Todo lo que hay es.

19/3/20

Om mitraya namah

Aprendiendo a usar YouTube. Qué tiempos, qué tiempos...




Práctica de asanas con mantra.

18/3/20

La muerte estuvo y estará siempre

¡Pero se muere la gente!, dicen algunos.
Y sí.
Antes también se morían.
Antes se morían (y se siguen muriendo) porque el sistema enfermo y nefasto que ha montado la humanidad los deja de lado. Por el racismo, la segregación, la ignorancia, la codicia de algunos, el desprecio, la poca solidaridad, el temor.
La muerte estuvo siempre. Desde que la Tierra está viva hubo muerte.
Y nosotros no somos más importantes que la Tierra.

17/3/20

Real

Y las aguas del planeta se aclararon. El aire volvió a ser respirable. Volvieron los peces, las aves, los osos, los insectos.
La tierra se llenó de nutrientes, las montañas silenciosas tocaron el cielo.
Los seres se quedaron quietos, escuchando, sintiendo.
La vibración se hizo música.


La palabra es un arma

Ugarte y Maipú, pleno Vicente López.
(Fui caminando, no se preocupen. Intento no tomar ningún transporte público).
Una señora indignada le decía a otra señora indignada:
- ¿Y qué me decís de nuestro vecino? ¿Ese que vive en la calle Rosales? El que cagó a trompadas al guardia de seguridad.
-¡Viste que era rugbier! ¡Te das cuenta! ¡No quería cumplir con la cuarentena!
-¡Si hasta el propio presidente lo fue a buscar!
-Yo que él le pegaba un tiro. UN TIRO.
Hablan de la violencia de los rugbiers, hablan del infeliz que le rompió el tabique al guardia de seguridad y después dicen que le pegarían un tiro.
Dios mío, ¡si el lenguaje fuera también un arma!
Sólo que... lo es. 
Lo es cuando se apodera de vos la misma violencia que la que tanto te indignó.
A ver si nos calmamos todos.

16/3/20

Aislamiento social

En cada práctica que hagan... respiren.
Engrosen el escudo que hace la exhalación por fuera de la piel. Inhalen dentro de los huesos, exhalen fuera de la piel haciendo más permeable la energía. Sonrían hacia adentro. Al abdomen, a los distintos órganos, a los genitales.
En cada instante busquen la felicidad.

14/3/20

Virus social

Por lo que voy entendiendo del coronavirus el problema está en el crecimiento exponencial de contagio que tiene el nuevo virus (tiene una dinámica de contagio diferente a la de la gripe que conocemos). Parece que en definitiva todos nos vamos a infectar de algún modo u otro. Para algunos será como resfriarse o como una gripe muy fuerte de esas que te voltean por una semana y media. No hay que alarmarse mucho por ello si uno no está en los grupos de riesgo. El problema está en que la forma de contagio es tan veloz que si nos contagiamos todos al mismo tiempo los hospitales colapsan porque las terapias intensivas no tienen suficientes camas ni suficiente equipamiento para atender a todos los casos graves (gente del grupo de riesgo: a saber: inmunodeprimidos, personas mayores, hipertensos, diabéticos, etc.). Por eso entiendo que piden el aislamiento social. Para cuidar a este grupo de gente que sí va a necesitar de tratamiento si se agarran el virus.
Entonces piden que si nos vamos a contagiar todos, bueno, pero al menos contagiémonos en tandas. Las medidas preventivas son de carácter colectivo, no individual.Porque si bien el virus actúa como una gripe, como población no tendríamos defensas para este nuevo virus. Entonces, de nuevo, los más débiles están más expuestos. No es por nosotros sino por los más frágiles.Entonces, si sentimos síntomas de gripe y no somos del grupo de riesgo no nos expongamos a ir al médico, no entremos en pánico. Hay teléfonos para llamar en estos casos. No hace falta saturar y demorar las guardias. Dejemos ese espacio para los que realmente lo van a necesitar.
Evitemos los eventos masivos.
Evitemos reuniones sociales con mucha gente.
Si podemos trabajar desde nuestras casas, mejor.
Si ibas a hacer un viaje, capaz no es el momento.
Ir a comprar al supermercado y arrasar con todo no es de buena persona. No es actuar en forma colectiva.
Y recuerden: la patria es el otro.

20/2/20

Saha navavatu

De pronto me convocan para un reemplazo en el horario de las 7:30 de la mañana. Acepto gustosa. Últimamente adoro las mañanas cuando la ciudad aún está dormida. El sol apenas asomando, la temperatura templada, ideal para una buena práctica. Siento mi mente despejada y un deseo profundo de silencio. En la calle están los madrugadores como yo que van a sus respectivos trabajos, a sus respectivas prácticas. En definitiva todo es una práctica. Claro que no todas conducen al estado de yoga.

En la clase  hay dos alumnos regulares que vienen siempre en este horario. Y además hay un alumno que quiere observar la clase. Así que somos dos practicantes, un observador y yo en el salón. La clase es muy distinta de la de los martes. Tiene un energía mucho más activa, dinámica, desafiante. Es hermoso verlos moverse al son del ritmo respiratorio. Los voy guiando, vamos adentrándonos juntos, siento que aunque no me muevo con ellos mi energía se mueve con ellos.

En el final cuando ya están sumergidos en savasana canto el mantra:

om saha navavatu / saha nau bhunaktu / saha viryam karavavahai / tejasvinavadhitamastu ma vidvisavahai / om ´santi ´santi ´santih //

Este mantra es un canto de protección. Se canta cuando se va a comenzar una instancia  de aprendizaje profunda. Es un buen mantra.

Hoy hay puro agradecimiento. Lo noto cuando percibo que salen de la postura, lo noto en la mirada brillante de cada uno. A mí también me brillan los ojos. Vale la pena haberse despertado tan temprano. Haber venido. Sí.

Nota aparte: ¿será posible conseguir un teclado para sánscrito?

19/2/20

Ah

La práctica de los martes ha ido mutando a lo largo de todo un año. Hasta ahora nunca han sido los mismos. Durante este verano puse a prueba mi compromiso. Estuve allí, todos los martes, con alumnos y sin alumnos. No importaba realmente. Lo que importaba era dedicarle  un poco de mi energía a ese espacio. Despejar el salón, abrir las ventanas, desplegar el mat, cantar el om. Y que algo se abriera.

Ayer vinieron tres. Una de ellas ya es mi alumna hace un tiempo, la conozco, tiene una energía hermosa. Se adentra fácilmente en su ser y eso facilita todo. No es muy flexible pero cuando se mueve respira y eso es algo que cuesta al principio. Los otros dos eran nuevos. No los conocía. Uno de ellos movía los pies todo el tiempo. No podía estarse quieto. Eso me llamó poderosamente la atención. 

Comenzamos en la quietud, ambos pies sobre el suelo, sintiendo los apoyos, creciendo desde la columna. En ese momento puedo percibir si están respirando, si están inquietos, si la mente les está jugando una mala pasada. 

Es el inicio, el momento del despegue. Me gusta mucho este momento.  Es como cuando al comienzo de una sesión de shiatsu hago el primer contacto con mi receptor. Sólo que aquí el contacto es con la voz. Eso lo aprendí de Nora, mi primera maestra de yoga. Nora y su voz. Cuando Nora comenzaba a hablar se descorría un telón y mis ojos cerrados se adentraban en una dimensión más sutil. Trato, entonces, de que mi voz salga armoniosa, sutil, justa, como cuando la mano madre se posa, caliente, en algún sitio del cuerpo. 

Después, la práctica sucede, se va enlazando. Movimiento y respiración. Pequeños intervalos entre la exhalación y la siguiente inhalación. Permitimos que algo suceda, más allá de lo que estamos haciendo. 

A veces acontece. No siempre. Pero cuando dejamos que suceda... ah.

8/2/20

El bueno de Todorov

« Si me pregunto hoy por qué amo la literatura, la respuesta que me viene espontáneamente al espíritu es: porque me ayuda a vivir. No le exijo, como en la adolescencia, que cure las heridas que podría sufrir en los encuentros con personas reales; ella me hace descubrir mundos que se encuentran en continuidad con mis experiencias y me permite comprenderlas mejor. No creo ser el único en verlo así. Más densa, más elocuente que la vida cotidiana, pero no radicalmente diferente, la literatura extiende nuestro universo, nos incita a imaginar otras maneras de concebirlo y organizarlo. Todos estamos hechos de lo que nos dan otros seres humanos: nuestros padres en primer lugar, los que nos rodean enseguida...la literatura abre al infinito esta posibilidad de interacción con los otros y nos enriquece entonces infinitamente. Ella nos procura sensaciones irremplazables que hacen que el mundo real devenga más cargado de sentido y más bello. Lejos de ser un simple agregado, una distracción reservada a las personas educadas, la literatura permite que cada uno responda mejor a su vocación de ser humano.»,

T. Todorov, «La littérature en péril»

5/2/20

Nueva vuelta al sol

"No hay nada bajo el sol que no pueda ser explicado racionalmente. Si ustedes afirman que algo no puede explicarse racionalmente háganlo por ustedes mismos; lo único que pueden afirmar es que son deficientes en poder explicarlo pero no lo generalicen; tampoco usen el recurso de esconderse detrás del misterio. El misterio es más bien un escapismo por no querer enfrentar una realidad. Se dice que una persona físicamente débil se vuelve astuta, aquella moralmente débil gusta del secreto y la espiritualmente débil se esconde tras el misterio. Cuando se es espiritualmente fuerte existe el coraje para buscar e indagar, para preguntarse. Por supuesto que esto no debe confundirse con el despliegue de nuestro ego o de nuestra vanidad intelectual, pero sin el espíritu de búsqueda, nada se encuentra."
Aspectos filosóficos y sicológicos del Yoga, Swami Shivapremananda

17/1/20

¿Quién toca ahí?

Vuelvo a conectar con dar sesiones de zen shiatsu y vuelvo a maravillarme con este arte japonés. A veces me pregunto cuánto de Japón será lo que yo hago en mis sesiones puesto que jamás fui a a Japón y aprendí de una maestra suiza. Lo que sí sé y doy fe es que durante las sesiones suceden movimientos hermosos de energía que permiten, por ejemplo, que una persona pueda respirar mejor, sentir espacio, aliviar sus dolores físicos y por qué no, sus dolores psíquicos también.
¿Por qué sucede esto? Hay varios modelos energéticos que intentan explicar los síntomas, las afecciones, los avatares de la vida. Algunos modelos son más eficaces que otros. Pero a medida que pasan los años me va interesando menos el modelo y más la experiencia de tocar. Explorar el territorio (el cuerpo) y dejar de lados los mapas que veces confunden y limitan. Tocar y observar. Tocar y escuchar con las manos.
¿Quién toca ahí? ¿Soy yo? ¿Quién es yo?
Volverse océano, sin más, y dejar que la inmensidad atrape el mínimo segundo.

5/1/20

Botella del amor

Una vez que se comienza a hacer compost y sale realmente bien los desperdicios orgánicos dejan de ser considerados basura para pasar a ser "comida" de otros.
El suelo está vivo. Hay lombrices en diferentes baldes a las que debo alimentar pero luego están las que nacieron en el compost y que se propagan en macetas y también en el suelo del jardín.
Insectos por doquier, microorganismos pequeñitos imposibles de ver que hacen su trabajo de descomponer y degradar. Ellos también comen.
En este planeta todos comemos.
Pero ¿qué se hace con lo que no está vivo, con el material inerte, especialmente con el material contaminante y que no se degrada? Material que no existe en la naturaleza, material inventado por seres humanos que no entienden nada de lo cíclico.
Durante estos dos años de hacer compost fui aprendiendo mejor como gestionar estos materiales. Y como somos animales de costumbres tuve que aprender a acostumbrarme a no tirar lo que antes era un hábito.
Nos agenciamos una caja grande cartón donde comenzamos a separar vidrio, plástico reciclable (no todos los plásticos lamentablemente se reciclan), papel, cartón. Las pocas pilas que uso comencé a guardarlas en un tupper que guardo en una alacena.
Comienzo este año con la botella del amor. Así llaman a una botella de plástico que se rellena con los plásticos que no pueden reciclarse, los plásticos blandos, embalaje de galletitas, paquete de fideos, en fin. Si bien, casi no consumimos estas cosas aún me es muy difícil liberarme de las bolsitas de plástico donde venden las legumbres, los cereales integrales. Podría comprar a granel pero aún no he dado con el lugar apropiado. Sé que los hay, es cuestión de averiguar y de conseguir las bolsitas de tela necesarias para tal fin. Y de organizarme porque todo esto lleva tiempo.
Pero por ahora van a la "botella del amor".
Un experimento más. Veremos cómo nos va.