28/6/22

Sagitario a

En este invierno sólo puedo pensar en agujeros negros. No parecen ser tan malos después de todo. Cuando era muy pequeña la sola idea de que hubiera agujeros negros en el espacio me daba muchísimo miedo. Pero ahora resulta que hay uno enorme, super masivo en el centro de nuestra galaxia. Por suerte está inactivo, una condición necesaria para la vida en la tierra. No entiendo mucho, sólo sé que hay muchos tipos de agujeros negros en el centro de otras galaxias y que girar alrededor de este fue una suerte tremenda. 

21/6/22

La casa del agua

Hoy es el día más corto del año y, por ende, el día más oscuro. Es el extremo yin. El yin viejo. Sin embargo, todo está cambiando. En esta oscuridad fría se encuentra el puro potencial de la luz que comienza a despuntar. Ser blandos, ceder, fluir, descender hacia la profundidad: todas estas son características del elemento agua. El invierno es la estación de este elemento. El invierno es tiempo de muerte y de renacimiento. 

Todo tiende a ir hacia abajo. En nuestro cuerpo se siente en los tejidos más profundos: los huesos, la médula. En nuestro espíritu actúa como una fuerza que nos arrastra hacia el origen, el núcleo, el vasto océano. Es un tiempo de conectar con nuestra esencia, la semilla. Algunos le llaman energía ancestral. 

La emoción del agua es el miedo. Ante situaciones de peligro es natural que sintamos temor. Pero a veces sucede que este miedo surge por estar encerrados en nosotros mismos, por imaginar amenazas que no son reales, por estar en aislamiento siendo incapaces de vibrar con lo que propone el agua. La fuerza del agua nos lleva a la calma interior, nos sumerge en el mundo onírico del sueño donde los límites se disuelven, todo es posible, confuso, sin forma. 

Quien se sienta cómodo en este estado profundo podrá afrontar todas las tormentas con la tranquilidad del agua. Porque el agua no tiene palabras. Es lo indecible que no tiene forma. Dejarse caer en ese secreto, no resistir: esa es la clave.  


  

19/6/22

La libertad

"La libertad supone responsabilidad. Por eso la mayoría de los hombres le temen tanto."

George Bernard Shaw.

Cuando estaba por ingresar a la carrera de Letras mi papá me regaló un libro que compilaba reportajes a escritores del Paris Review. Yo tenía 18 años y ninguna clave realmente de por qué quería estudiar Letras. A simple vista era obvio: amaba los libros, podía leer libros enteros a una velocidad pasmosa, escribía mucho y era buena con las palabras. Pero si escarbabas más profundo no era claro por qué Letras y no otra cosa. Soy hija de una madre bióloga y un padre ingeniero electrónico. Ninguno de mis padres cuestionó mi elección aún cuando en la Argentina de 1995 estudiar esa carrera parecía más bien ser una fuga en sí misma. Pero la dedicatoria de mi papá habla por si misma. Es una dedicatoria que se ha repetido al infinito con todo lo que me propuse hacer en la vida.




16/6/22

¿Covichada o engripada?

El martes a la noche empecé con la incomodidad propia de unas líneas de fiebre. Hacía una semana que Nico estaba tosiendo y estornudando a mi lado de modo que imposible no contagiarse. Nico se había hecho un test casero y había dado negativo. Yo misma fui a comprarlo cuando aún desbordaba de salud enfundada en mi barbijo (ese que para CABA hoy ya no es obligatorio usar en espacios cerrados). Luego nos dijeron que las subvariantes de omicron dan falsos negativos en los test. De modo que ni idea. Esto puede ser gripe o puede ser covid.
Pero entonces yo, como un mantra, me digo a mi misma: lo importante es curarse. Me importa poco como se llama este bicho, lo único que quiero es que se vaya de mi organismo.
Para aquellos que subestiman el valor de usar barbijo en espacios cerrados sepan que los que estuvieron conmigo en contacto estrecho durante la semana pasada (cuando yo estaba incubando esta porquería) estuvieron protegidos.
Ya voy por el tercer día y la fiebre va cediendo. Yo no sé si es por la pandemia que ahora todos estamos muchísimo más atentos a los síntomas. Al principio creí que era covid porque "nunca tuve estos síntomas... estos temblores cuando me sube la fiebre, este dolor de ojos, este dolor de cabeza...". Bueno. Hoy que ya voy por el tercer día pienso que es una gripe fuerte, fiebre, dolor en el cuerpo, dolor en las articulaciones, ¡dolor de la espalda baja! Reconozco todos los síntomas de las veces que me engripé fuerte sin saber si el virus era H1N1 o vaya uno a saber qué.
Lo único que me importa ahora es curarme. Mientras tanto navego las aguas de esta enfermedad, el temblor de mi espalda cuando sube la fiebre, el sudor del cuerpo cuando baja, el sabor metálico en la boca, la larga noche. La verdad es que yo no hago nada, dejo que sea. Mientras eso sucede trato de no poner obstáculos.

14/6/22

Se va la segunda

La felina blanca, que nos acompaña desde hace cinco años y a la cual veneramos como ella sola se lo merece, me arañó hace unos meses un lunar que tengo en el torso. Desde entonces el lunar quedó bicolor y, por supuesto, cuando me fui a hacer la revisión de lunares la dermatóloga dijo: este va a haber que controlarlo. Como ya tengo historia con este temita de los lunares que cambian de color decidí que la gata capaz tiene razón y hay que sacarlo del todo. El cirujano plástico estuvo de acuerdo. Así que ahí va la segunda. Gracias Lua por ser una gata blanca, sanadora y no se cuánto pero porfa dejá de lacerarme lunares que estaban en perfecto estado, eh.

12/6/22

Sueño bifásico

Hace un par de semanas que llegamos al final del día con un cansancio extremo. Supongo que el trabajo, el frío de junio, la oscuridad propia de estos días invernales, sumado a la obra en casa nos dejó literalmente de cama.
Además hace ya bastante tiempo que nos acostumbramos a cenar más temprano de lo que las costumbres argentinas dictan (algo que recomiendo implementar, a nosotros nos cambió la calidad del sueño).
Empezó a suceder que a las nueve caíamos rendidos pero al cabo de cinco o seis horas de un sueño increíblemente reparador nos despertábamos con energía.
En lo personal decidí no luchar con eso y empecé a levantarme. Me iba a la cocina, acomodaba lo que había quedado sucio, dejaba todo impecable para el desayuno, me quedaba leyendo un rato, la gata también se levantaba, pedía su ración, salía un rato a mirar la luna fría en el jardín y luego, al cabo de un par de horas, a la cama otra vez.
A las siete ya estábamos arriba de nuevo como si nada hubiera pasado.
Me acordé de un artículo que leí sobre la Edad Media donde explicaban el sueño bifásico, es decir, esa costumbre que tenían los europeos de dormir en dos tandas. Es una costumbre que aparece descrita en los cuentos de Canterbury de Chaucer pero también se lo nombra en cartas y otros documentos de la época.
El descanso de dividía en dos partes y tenía bastante sentido: al no tener electricidad el reloj interno era diferente se iban a dormir temprano y se despertaban pasada la media noche. Aprovechaban a hacer algunas tareas como, por ejemplo, echar leña al fuego, le daban de comer a los animales e incluso socializaban entre ellos ya que durante las horas del día se les hacía más difícil. También era un buen momento para concebir porque en realidad era más fácil tener intimidad con la pareja en esas horas. Y no faltaba quien se pusiera a rezar o meditar (había plegarias específicas para estas horas).
La cosa es que durante estas dos semanas tuvimos el sueño bifásico. Dormimos en dos tandas. Y la verdad es que fue interesante. Esto de que hay que dormir ocho horas seguidas podría ser realmente una cuestión cultural. Lo digo para que nadie se sienta mal si se despierta a las tres de la mañana y quiere ponerse a leer un libro, escribir algo, mirar una película, estudiar. Incluso resolver algún problema que lo estuvo acosando durante el día. Un par de horitas y luego a la cama otra vez. Hasta que suene el despertador.
No sé... lo comparto acá para quien le sirva.

3/6/22

Tener un techo III

Ya es una rutina. Mariano viene con sus petates y arranca a laburar pero antes me convida de un té espectacular que se trae para empezar la mañana fría. Limón, cúrcuma, pimienta y miel. Charlamos un rato y luego arranca. Hoy me trajo raíz de cúrcuma fresca que consigue en una verdulería cerca de su casa.

Lo veo encaramado en el techo dándole a las tejas. Me explicó lo que son los cabios que sostienen el techo (que no es escabio, me dice y se ríe). Para mi eran cosos de madera pero ahora sé que se llaman cabios y que no son vigas porque éstas son más gruesas. Y aprendí otra palabra hermosa: cenefa. Bueno, parece que a la cenefa hay que darle una mano de barniz.