miércoles, 28 de febrero de 2007

académica

Ayer buscaba mis carpetas de la facultad. Cajas y cajas de materias. Qué ganas de tirar tooooodo. Pero no, me contuve. A veces salen trabajos donde todo eso tiene un fin y termina sirviendo. Lo que no soporto son las fotocopias en mal estado. Con esas soy irreductible. A la basura. Me encontré con algunos trabajos que escribí hace tres años. Una chica seria. Posiblemente sabía de lo que hablaba. No sé si hoy podría escribir algo así. A veces tengo que escribir artículos pero no es lo mismo. Cuando escribo esos artículos soy más yo. En estos trabajos, en cambio, es como una señorita impostada, una voz aguda y crítica, inteligente a veces pero sólo a veces. La mayoría de las veces es una inteligencia robada y esa no vale. Sigo leyendo y encuentro frases que sí son mías. Con mi yo más auténtico. En esas frases encuentro mis cicatrices. Al fin y al cabo, a veces, sí me divertía. Escribir una monografía, jajajaja.

Me pregunto qué hubiera escrito de haber seguido con ese trabajo de investigación. Una cosa horrenda, seguro. No un libro. Un mamotreto de 150 páginas que nadie de los que amo hubiera conseguido leer.

jajajaja.

Así que ya sé por qué.
Basta.

jueves, 22 de febrero de 2007

El dios de las pequeñas cosas

Altamente recomendable: The God of small things de Arundhati Roy (existe traducción en las librerías de Buenos Aires).

jueves, 15 de febrero de 2007

viernes, 9 de febrero de 2007

Quién necesita magdalenas

Ciertos sabores y olores me hacen recordar a cierta gente.

Por ejemplo, el té earl grey de twinings. A los 18 años yo tomaba clases de canto con un profesor que me servía té con miel luego de las sesiones de vocalización. Vivía por Barrio Norte y tenía una tetera preciosa que hacía que el té saliera a la perfección. A pesar de que yo compraba earl grey nunca me salía como el té de este profesor. No era ni la miel ni el agua. Era la tetera. Quizás fuera el canto también. Años después vi la misma tetera en un bazar y pensé en comprármela pero ya estabamos en plena época de la devaluación y el twinings había pasado a la historia como sucedió con otros productos importados.
La leche bien fría servida en un vaso alto de vidrio me hace acordar a un amigo músico de la adolescencia. Amaba la leche que yo, por entonces, repudiaba. Hoy en días de altas temperaturas recurro a ella como un bálsamo para el calor. Pero tiene que estar bien fría y servida en un vaso alto de vidrio.
El olor de los caramelos de menta me retrotraen a cierto amor clandestino que tuve una vez. P. era como un niño que masticaba caramelos de menta mientras tomaba largos tragos de Coca. El resultado era una boca mentolada y dulce. Hoy en día no puedo comer esos caramelos y la Coca ya no me gusta.

jueves, 8 de febrero de 2007

Trasplante




Supongamos que es principio de enero. Yo estoy tomando mate en el balcón del departamentito de Belgrano. La casa está semidesarmada. Mi corazón también. Mudar una casa es altamente traumático. No sé por qué. No puedo explicarlo. Quizás sea porque uno se expone demasiado, porque reducir varios años de convivencia a un camioncito, varias cajas de cartón, cinta de embalar y paciencia lleva una energía enorme a la que no estamos acostumbrados. O tal vez sea porque en el proceso de embalaje vemos cosas que no queremos ver, nos encontramos con objetos que ya no son nuestros sino que eran de algún yo antiguo que se quedó en el tintero de los años. Es como revolver en la llaga, en los archivos viejos, en la basura ajena. Y entonces afloran esos intensos arrebatos de querer tirarlo todo o de querer guardarlo todo. Pero no es posible ni una cosa ni la otra y entonces sólo resta algo intermedio que es reducir, cortar.
Entonces, eso, estoy tomando mate en el balconcito de un depto semidesarmado. Miro mis plantas que están arrinconadas en cajitas de cartón. Tengo un balcón lleno de macetas, macetitas, pequeñas, grandes, redondas, rectangulares, de barro, de plástico, de color rojo, de color blanco, pintadas a mano, despintadas. Tengo plantas que empezaron siendo pequeñas y ahora son medianas, tengo hijos de esas plantas que fui haciendo por esqueje o simplemente como me salían. Pero lo que más me preocupa de todo es que son plantas de sombra que están acostumbradas a una hora de sol y algunas ni siquiera eso.
Sé que las alegrías del hogar no van a resistir. Que la aralia se merece estar en tierra, que los ficus necesitan macetas más grandes y bolsas de tierra nueva, que los lacitos de amor ya me tienen harta con sus hijitos desperdigados, que los cactus son los únicos que se van a poner contentos de estar en una terraza achicharrándose ocho horas al sol.
Tomo mate con el alma en un hilo cuando escucho que tocan el timbre.
Es el camioncito de la mudanza.

miércoles, 7 de febrero de 2007

Cuidado conmigo

*desde chiquita tengo una conexión extraña con mi interior. Antes me parecía que le pasaba a todo el mundo pero luego descubrí que no es así. Cuando me toco el ombligo siento unas sensaciones muy delicadas. Como si me estuviera hurgando algo muy interno.

*en la nuca tengo un ganglio más grande de lo normal por vaya a saber uno que causa. Es una bolita simpática que se puede sentir al tacto. Lo tengo desde bebé. Es la marca, tengan cuidado conmigo.

*también en la nuca tengo una manchita parecida a una frutilla. Otra marca. Tengan doble cuidado.

*tengo padres que están casados hace más de treinta años. Saquen sus conclusiones.

*desde chiquita no me gustaba que le gente dijera que los días nublados eran días "feos". ¿Qué tiene que ver la fealdad con la lluvia?

*tener un blog es algo raro así que...¿qué quieren que les diga?

martes, 6 de febrero de 2007

De plins y chans

Si cuento como el calendario me lo indica tengo un año más.
De pronto, CHAN, un año más.
Pero eso es falso.
El chan no es real.
El chan es, en realidad, una acumulación de plin plin plin plin.
Entonces hoy es otro plin que se añade.
Y así.
Vivan los plins.
No sé ustedes pero yo ya estoy cansada de los chan.

lunes, 5 de febrero de 2007

Treinta años

Escucho un tambor
un cielo muy azul
un desorden natural
una diáfana espera
y escucho:
un rumor de latidos plenos
un rumor de pies abriéndose

pasos.

Yo escucho que llega
la noche mágica.