Y de pronto tengo un gato cariñoso y bueno que no se quiere ir por nada del mundo aunque le abra la ventana o la puerta.
Ayer se subió a la cama y se quedó dormido, entre los dos. Es un gato grande, largo y pesado. Suspiraba. Nico y yo no podíamos parar de mirarlo, embelesados.
Responde a su nombre y viene cuando lo llamo. Eso es algo muy nuevo para mí. Mi gata anterior jamás respondió a su nombre pero bueno, pobre, tenía dos nombres y dos casas (igual tampoco respondía a su nombre antiguo) y no, no era sorda.
Mani es tan blanco que brilla en la oscuridad. Ya descubrió a la gata negra de enfrente que tanto martirizaba a Marilyn. Yo creo que mi gata nos mandó a este gato para vengarse de su verduga.
Extraño algunas cosas que Marilyn hacía y que éste gato no hace. Pero tiene otras costumbres igual de maravillosas. Además, todos los gatos adoran jugar con un cordel. Mani ya tiene el suyo propio. A veces se me confunde el amor. Es como si a Mani lo quisiera el doble. Como si llevara a Marilyn adentro suyo además de a sí mismo. Qué se yo, es raro. Pero me hace feliz. Es como si Marilyn, de algún modo, hubiera encontrado la forma de volver a casa.