El alma pide mar. Y entonces agarramos el autito con una valija mal hecha, metemos sueños, cansacio, ganas de estar juntos, garra, el mate, un par de libros y nos vamos.
No sabemos nada del lugar al que vamos. Sólo que tiene una ventana que da al mar.
Al llegar, sin querer, enterramos el autito en la arena. No importa, alguien viene con una pala y nos ayuda a sacarlo.
Después nos dan la habitación que es enorme, espaciosa, limpia y con unos muebles horribles. Pedimos delivery porque tenemos una ventana que da al mar y no nos queremos ir a ningún otro lado.
Esa noche dormirmos arrullados por el mar.
Al amanecer nos despertamos porque la claridad es inmensa. Vemos el amanecer sin poder creerlo. No es una pantalla, es de verdad: el sol, el mar, las gaviotas.
Sentimos el calor, el viento, la sal en el pelo.
Pasamos el día entre las olas, caminatas, viendo los berberechos esconderse en la arena mojada.
Llega la noche y la velada se nos antoja romántica. Nos reímos, nos acordamos de cómo éramos, de pronto el estar juntos es lo único que importa y el mundo es un lugar agradable para vivir.
Y nos damos cuenta de qué hostil estaba siendo todo. Y nos recordamos que deberíamos buscar más esta sensación en nosotros mismos.
Entonces al día siguiente la vuelta no se nos hace tan pesada.
Y por un tiempo sentimos que el mar lo tenemos adentro, si cerramos los ojos, lo escuchamos bullendo por nuestras arterias.
2 comentarios:
Uruguay?
Nop. Las gaviotas, al ladito de Mar de las Pampas y Mar Azul. Cerquita de Buenos Aires. Uruguay para escaparse en auto es un poco lejos...
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