viernes, 17 de enero de 2020

¿Quién toca ahí?

Vuelvo a conectar con dar sesiones de zen shiatsu y vuelvo a maravillarme con este arte japonés. A veces me pregunto cuánto de Japón será lo que yo hago en mis sesiones puesto que jamás fui a a Japón y aprendí de una maestra suiza. Lo que sí sé y doy fe es que durante las sesiones suceden movimientos hermosos de energía que permiten, por ejemplo, que una persona pueda respirar mejor, sentir espacio, aliviar sus dolores físicos y por qué no, sus dolores psíquicos también.
¿Por qué sucede esto? Hay varios modelos energéticos que intentan explicar los síntomas, las afecciones, los avatares de la vida. Algunos modelos son más eficaces que otros. Pero a medida que pasan los años me va interesando menos el modelo y más la experiencia de tocar. Explorar el territorio (el cuerpo) y dejar de lados los mapas que veces confunden y limitan. Tocar y observar. Tocar y escuchar con las manos.
¿Quién toca ahí? ¿Soy yo? ¿Quién es yo?
Volverse océano, sin más, y dejar que la inmensidad atrape el mínimo segundo.

domingo, 5 de enero de 2020

Botella del amor

Una vez que se comienza a hacer compost y sale realmente bien los desperdicios orgánicos dejan de ser considerados basura para pasar a ser "comida" de otros.
El suelo está vivo. Hay lombrices en diferentes baldes a las que debo alimentar pero luego están las que nacieron en el compost y que se propagan en macetas y también en el suelo del jardín.
Insectos por doquier, microorganismos pequeñitos imposibles de ver que hacen su trabajo de descomponer y degradar. Ellos también comen.
En este planeta todos comemos.
Pero ¿qué se hace con lo que no está vivo, con el material inerte, especialmente con el material contaminante y que no se degrada? Material que no existe en la naturaleza, material inventado por seres humanos que no entienden nada de lo cíclico.
Durante estos dos años de hacer compost fui aprendiendo mejor como gestionar estos materiales. Y como somos animales de costumbres tuve que aprender a acostumbrarme a no tirar lo que antes era un hábito.
Nos agenciamos una caja grande cartón donde comenzamos a separar vidrio, plástico reciclable (no todos los plásticos lamentablemente se reciclan), papel, cartón. Las pocas pilas que uso comencé a guardarlas en un tupper que guardo en una alacena.
Comienzo este año con la botella del amor. Así llaman a una botella de plástico que se rellena con los plásticos que no pueden reciclarse, los plásticos blandos, embalaje de galletitas, paquete de fideos, en fin. Si bien, casi no consumimos estas cosas aún me es muy difícil liberarme de las bolsitas de plástico donde venden las legumbres, los cereales integrales. Podría comprar a granel pero aún no he dado con el lugar apropiado. Sé que los hay, es cuestión de averiguar y de conseguir las bolsitas de tela necesarias para tal fin. Y de organizarme porque todo esto lleva tiempo.
Pero por ahora van a la "botella del amor".
Un experimento más. Veremos cómo nos va.