Pienso que esta rutina también se va a destruir. Levantarse temprano a la mañana, recibir a los albañiles, preparar el mate en la hornalla portátil, encerrarse en los dos cuartos de atrás y escribir.
Escribir, leer, escribir, leer.
Pasar los dedos por las páginas amarillentas y repasar lo que se ha subrayado.
Pienso que esta rutina de encierro -mientras van colocando azulejo por azulejo, rejilla y caños- es en realidad una promesa que me debía.
No tengo altillo pero es como si lo tuviera.