martes, 21 de abril de 2009

Por la noche...

Hablo por teléfono. Antes hablaba tan poco por teléfono. Hay un momento de la noche (antes de dormir) que enciendo la luz del velador. Es un velador que hice arreglar hace un año, un velador que perteneció a mi abuela y que estuvo muchos años sin funcionar. Me gusta su tulipa blanca aunque no da mucha luz. Para leer tengo la lampara del escritorio, tiene luz focal. Dos lámparas, sí, pero ambas para mí. Sobre la cama descansa el teléfono. Con el cambio de los muebles el cable quedó un poco lejos. El cable es largo y se ve. Pero no importa porque es así como quiero vivir: que las cosas se vean. Así, en otoño, con el viento soplando los vidrios de mi ventana barilochense. ¿No te dije que tengo una ventana que me recuerda a Bariloche? Acolchado, luz tenue, luz focal, libro, el ADN cultura (y una nota sobre Ivonne Bordelois sobre el lenguaje de los médicos y de los pacientes), el teléfono, mi diario de papel (infaltable). El celular quedó abajo. Pero nadie va a llamar al celular a esta hora. Es obvio que no.

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