Abro los ojos al nuevo día. Mi despertador es un gato blanco que viene justito para la hora del despertar matutino. Se enrosca en la sábana y hace gorgoritos de gato feliz. Imposible no quererlo. También hay luz que se cuela por las hendijas de la persiana despintada. Él acaricia al gato y me acaricia. Nos acariciamos con el gato en el medio y de pronto la mañana es algo tan feliz que no importa si es un feriado o un día laborable. Son apenas unos minutos que valen oro, es ese hilito de felicidad al cual las cosas se adhieren solas, como diría Virginia Woolf.
Vienen los primeros mates, el café con leche humeante en un tazón blanco que tiene inscripciones en latín. La rutina del desayuno. La casa está aún dormida, la cuadra es todo un cantar de pájaros. Se escucha el run run de algún auto llevando niños al colegio. El gato se sienta en una silla y pide queso. Le damos. Hablamos. ¿Qué vas a hacer hoy?
Yo sonrío porque marzo ha sido un mes tan poco pautado pero aún así me despierto temprano, con él, para no perder ese hilito al cual luego la felicidad se va adhiriendo.
Y ya el otoño me abraza con su amarillo tibio. Y un caudal de luz.
4 comentarios:
Yo seré Susanita y tendré la idea fija, pero en el título leí "hijito" y me dije "wow! habemus un pequeño saltamontes!", pero no, no era.
Besos!
QUE LINDO RELATO!
ASI ES COMO DEBE SER; CON UN HILITO DE FELICIDAD!!!!
QUIERO CONOCER A TU GATO YA!
Ay ♥
Interesante cominezo del día. Pero hay que levantarse como 2 horas antes :)
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