15/9/20

Marte

Estamos mirando "Mars", una serie que está en Netflix. La serie tiene dos líneas argumentales que se van alternando y la hacen, a mi juicio, el doble de interesante. Por un lado está la historia de ficción que sucede en 2033 donde un grupo de astronautas "amartiza" en el planeta rojo y tienen que adaptarse para vivir allí. Por otro lado se nos revela información real sobre las investigaciones que se están llevando a cabo para que el viaje a Marte sea una realidad en un futuro no muy lejano.
La verdad es que me alucina todo lo que tiene que ver con el espacio, los astros, la vida en otros planetas, el misterio del universo.
Hace un tiempo vimos otra serie maravillosa que estaba en Netflix pero que la sacaron: "One strange rock". Una roca extraña.
La roca extraña, en realidad, somos nosotros. La Tierra es un planeta que está en lo que los científicos llaman "zona de habitabilidad", es decir, ni muy lejos ni muy cerca del sol: lo justo y necesario para que se encienda la vida. Vista desde afuera, la Tierra es una maravilla con un poder de equilibrio fantástico. Somos como somos porque vivimos en ella, estamos formados por ella. De hecho, uno de los grandes problemas que tienen los astronautas cuando van al espacio es que les cambia el cuerpo porque dejan de ser terrestres. Hay muchas cosas que damos por sentado cuando vivimos en la Tierra.
Ser terrestres es uno de los grande regalos que se nos ha dado.
La serie Mars me alucina por la capacidad que tienen los seres humanos de crear lo imposible. Pero me genera una enorme contradicción. ¿Por qué queremos ir a Marte, un planeta que es la muerte? ¿Por qué gastar tanta energía en crear una ciudad allá donde nada nos es propicio? ¿Por qué no direccionar toda esa maravilla tecnológica para dejar de reventar lo que de por sí nos es dado?
¿Por qué queremos ser marcianos pudiendo ser terrestres?



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