El martes a la noche empecé con la incomodidad propia de unas líneas de fiebre. Hacía una semana que Nico estaba tosiendo y estornudando a mi lado de modo que imposible no contagiarse. Nico se había hecho un test casero y había dado negativo. Yo misma fui a comprarlo cuando aún desbordaba de salud enfundada en mi barbijo (ese que para CABA hoy ya no es obligatorio usar en espacios cerrados). Luego nos dijeron que las subvariantes de omicron dan falsos negativos en los test. De modo que ni idea. Esto puede ser gripe o puede ser covid.
Pero entonces yo, como un mantra, me digo a mi misma: lo importante es curarse. Me importa poco como se llama este bicho, lo único que quiero es que se vaya de mi organismo.
Para aquellos que subestiman el valor de usar barbijo en espacios cerrados sepan que los que estuvieron conmigo en contacto estrecho durante la semana pasada (cuando yo estaba incubando esta porquería) estuvieron protegidos.
Ya voy por el tercer día y la fiebre va cediendo. Yo no sé si es por la pandemia que ahora todos estamos muchísimo más atentos a los síntomas. Al principio creí que era covid porque "nunca tuve estos síntomas... estos temblores cuando me sube la fiebre, este dolor de ojos, este dolor de cabeza...". Bueno. Hoy que ya voy por el tercer día pienso que es una gripe fuerte, fiebre, dolor en el cuerpo, dolor en las articulaciones, ¡dolor de la espalda baja! Reconozco todos los síntomas de las veces que me engripé fuerte sin saber si el virus era H1N1 o vaya uno a saber qué.
Lo único que me importa ahora es curarme. Mientras tanto navego las aguas de esta enfermedad, el temblor de mi espalda cuando sube la fiebre, el sudor del cuerpo cuando baja, el sabor metálico en la boca, la larga noche. La verdad es que yo no hago nada, dejo que sea. Mientras eso sucede trato de no poner obstáculos.
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