martes, 17 de mayo de 2005

Grisel

Y hoy que vivo enloquecido
porque no te olvidé
ni te acuerdas de mí

Iba caminando por una calle cuando a lo lejos divisé a un muchacho cuya cara borrada por el efecto de mi astigmatismo creí reconocer. Como si estuviéramos en espejo el muchacho se detuvo -a una cierta distancia- y empezó también a observarme con detalle. Desde la otra cuadra le grité:
-Perdoname, pero es que desde acá no te veo la cara.
-¿Vos sos Grisel?
-¿Cómo?
-Grisel. ¿Vos te llamás Grisel?
-No.
Se fue. Se apartó. Yo ya no le interesaba.
Inútil preguntarle si él era fulano de tal. Yo no era su Grisel. Y con eso bastaba.