Hoy vino una paciente a casa. La conozco desde el año
pasado. Tenía un diagnóstico de ovarios poliquísticos, no le venía la
menstruación. Con tres sesiones de shiatsu se normalizaron sus ciclos.
Ella, muy agradecida me llamaba cada tanto para recibir alguna que otra
sesión. Las menstruaciones nunca más se le interrumpieron.
Hace una semana volvió porque le encontraron unos quistecitos muy
pequeños en la tiroides. No está ni hipo ni hipertiroidea. Se siente
bien, tiene buena energía pero algo la traía al futón. ¿Qué era ese
algo? No lo sabíamos bien.
La semana pasada le di una sesión de meridianos del elemento Tierra con
sus extendidos. La mano madre en el hara siempre acompañando. Fue una
sesión muy dulce y llena de pausas y calma. Ella se fue feliz de haber
retomado.
Hoy volvió y me dijo que se sentía bien, que había tenido una buena
semana. Le pregunté si había algo que me quisiera compartir y me dijo
que no.
Le pedí que se pusiera boca arriba (la vez pasada habíamos comenzado
boca abajo) y comencé con un hara. De pronto, un malestar general me invadió de pies a
cabeza. Mis manos en su hara estaban frías, como sin vida. Traté de
respirar con ella pero no lo conseguí. De a poco fui palpando con la yema de mis dedos las zonas de
diagnóstico. Salió que el área de bazo estaba muy kyo. Volví a hacer el
trabajo de bazo con extendidos pero me sentía muy cansada. El malestar
no se me iba. La parte baja de mi hara empezó a dolerme. Traté de serenarme
y concentrarme en la persona que tenía delante. En sentir el fluir de
la energía en mis manos, en descansar en ella, ir con el hara. Pero mi
hara se resistía, había una barrera, algo que no me permitía fluir.
Decidí ponerla boca abajo a ver qué pasaba.
Fue mejor pero aún así, sentía su cuerpo como de piedra. Un mármol frío
por debajo de la piel. Fui muy suave y blanda, trabajé con palmas, casi
no usé rodillas.
Al darla vuelta su cara, por suerte, tenía otra expresión. Respiraba distinto.
Terminé con manos en el hara.
Ella bostezó y se incorporó muy lentamente. Me dijo:
-No sé cómo poner en palabras algo que me pasó hoy.
-¿Sentiste que una sesión distina?
-Sí, yo estaba como muy mental.
-Sí...
-Como que no me podía entregar.
-Sí...
-Sentía el cuerpo durísimo, como una piedra, pero no de estar contracturada sino como de coraza.
Nos quedamos por unos instantes en silencio.
De pronto se me ocurrió preguntarle:
-¿Hubo algo esta semana que hiciera que te cerraras, que te pusieras como hermética?
Y entonces ella suspiró y empezó a llorar. Y con cada sollozo el cuerpo se le iba ablandando más y más. Lloró largo y tendido.
Y entonces ahí comprendí algo más acerca del shiatsu. La sesión en sí misma no había sido gran cosa pero la pregunta posterior -y muy necesaria- había calado en su alma.
A veces llorar es el mejor shiatsu que nos podemos dar.
sábado, 28 de septiembre de 2013
lunes, 23 de septiembre de 2013
Focus
Hablando con Nico luego de almorzar.
Él -Me duele un poco la cabeza. Debe ser porque estoy sin lentes hace ya unas horas.
Yo -¿Te duele la cabeza si no usás los lentes?
Él -Y sí... debe ser porque hago mucha fuerza para enfocar.
Yo -Qué loco.
Él- Sí, bah, no sé. ¿Por qué?
Yo -A mí no me pasa.
Él- Sí, ya lo sé mi amor, vos podés dejar tus lentes tirados en cualquier lado por días.
Yo -No, bueno, es que no necesito enfocar todo el tiempo.
Él -Jajajajajaja.
Yo -Lo digo en serio, no me molesta estar desenfocada.
Él -Lo sé cariño, lo sé. Es que te acabas de definir maravillosamente.
Él -Me duele un poco la cabeza. Debe ser porque estoy sin lentes hace ya unas horas.
Yo -¿Te duele la cabeza si no usás los lentes?
Él -Y sí... debe ser porque hago mucha fuerza para enfocar.
Yo -Qué loco.
Él- Sí, bah, no sé. ¿Por qué?
Yo -A mí no me pasa.
Él- Sí, ya lo sé mi amor, vos podés dejar tus lentes tirados en cualquier lado por días.
Yo -No, bueno, es que no necesito enfocar todo el tiempo.
Él -Jajajajajaja.
Yo -Lo digo en serio, no me molesta estar desenfocada.
Él -Lo sé cariño, lo sé. Es que te acabas de definir maravillosamente.
domingo, 22 de septiembre de 2013
El juego del Havestrash
Nos encontraríamos en Oui oui, en el barrio de Palermo. Nuestra relación en los últimos cinco años fue tan no no que me pareció un buen presagio.
Llegué temprano, caminé un rato y luego me senté en uno de esos bancos que hay en las esquinas palermitanas. Había sol y Palermo estaba hermoso, con sus árboles, sus casas viejas, la gente despreocupada comenzando a almorzar, el airecito primaveral.
Él también llegó temprano. Lo vi pasar cerca del banco donde estaba sentada. Me sonreí porque su atuendo no tenía nada que ver con lo que yo recordaba de él. Pero su andar era el mismo.
-¡Guille!
Se dio vuelta y me miró. Se acercó sonriendo y me abrazó. Estaba distinto pero era él. Mientras duró ese abrazo me empecé a reir. Él también. Es rara la risa, a veces.
-¡Por fin! - me dijo. -No sabía si eras vos, te había visto pero no me animé a acercarme por miedo a que no fueras.
-Vos también estás re distinto. ¡Esa campera de cuero!
-Sí, me estoy muriendo de calor.
-¿Vamos a Oui oui?
Seguíamos sonriendo. Nos mirábamos, nos tocábamos la ropa. ¿Sos vos? Sí, soy yo. Sos vos. Qué bueno.
Nos sentamos afuera, a la sombra de un gran árbol. Afortunadamente estábamos separados del resto de la gente. Pedimos un sandwich vegetariano y un bagel de pollo. Para tomar, una jarra de limonada muy fresca con menta. El día estaba radiante. Yo me sentía radiante. Finalmente estábamos frente a frente. Algo de su cara me recordó, de pronto, una expresión suya de cuando tenía 11 años, en su casa de Villa Urquiza. Ese recuerdo me hizo sonreir, se lo hice saber.
-Bueno, ¿querés jugar al Havestrash?*
-Ay... el Havestrash...
Hablamos mucho. De todo un poco y muy mezclado. Trajeron la comida y mientras comíamos seguimos hablando. No había preguntas incómodas. No había silencios incómodos. De hecho, no había nada incómodo aunque a veces la temática, a primera vista, fuera incómoda. Hablamos de la separación. Necesité contarle algunas cosas, sueños, sensaciones que había tenido. Él agradeció que le confiara mis pensamientos. También hablamos de otras cosas, de nuestras vidas de ahora, los deseos que se cumplieron y los que no se cumplieron porque finalmente no eran importantes.
Pasado, presente.
No hablamos del futuro.
Oui oui y un mediodía soleado.
Encontrarse con la maravillosa sopresa de poder perdonar. Esa poderosa energía que es perdonar desde el corazón. Sentir que no hay ningún resentimiento y que mi vida, luego de mucho trabajar, analizar, sentir y pulir está en un buen lugar.
*Havestrash: dícese de un juego que nunca está donde tiene que estar. Caleidoscopio, telescopio o preguntopio. Animal salvaje, oriundo de África, cuya melena es parecida a la de un león. Acción de perdonar a alguien luego de haberlo querido mucho.
Llegué temprano, caminé un rato y luego me senté en uno de esos bancos que hay en las esquinas palermitanas. Había sol y Palermo estaba hermoso, con sus árboles, sus casas viejas, la gente despreocupada comenzando a almorzar, el airecito primaveral.
Él también llegó temprano. Lo vi pasar cerca del banco donde estaba sentada. Me sonreí porque su atuendo no tenía nada que ver con lo que yo recordaba de él. Pero su andar era el mismo.
-¡Guille!
Se dio vuelta y me miró. Se acercó sonriendo y me abrazó. Estaba distinto pero era él. Mientras duró ese abrazo me empecé a reir. Él también. Es rara la risa, a veces.
-¡Por fin! - me dijo. -No sabía si eras vos, te había visto pero no me animé a acercarme por miedo a que no fueras.
-Vos también estás re distinto. ¡Esa campera de cuero!
-Sí, me estoy muriendo de calor.
-¿Vamos a Oui oui?
Seguíamos sonriendo. Nos mirábamos, nos tocábamos la ropa. ¿Sos vos? Sí, soy yo. Sos vos. Qué bueno.
Nos sentamos afuera, a la sombra de un gran árbol. Afortunadamente estábamos separados del resto de la gente. Pedimos un sandwich vegetariano y un bagel de pollo. Para tomar, una jarra de limonada muy fresca con menta. El día estaba radiante. Yo me sentía radiante. Finalmente estábamos frente a frente. Algo de su cara me recordó, de pronto, una expresión suya de cuando tenía 11 años, en su casa de Villa Urquiza. Ese recuerdo me hizo sonreir, se lo hice saber.
-Bueno, ¿querés jugar al Havestrash?*
-Ay... el Havestrash...
Hablamos mucho. De todo un poco y muy mezclado. Trajeron la comida y mientras comíamos seguimos hablando. No había preguntas incómodas. No había silencios incómodos. De hecho, no había nada incómodo aunque a veces la temática, a primera vista, fuera incómoda. Hablamos de la separación. Necesité contarle algunas cosas, sueños, sensaciones que había tenido. Él agradeció que le confiara mis pensamientos. También hablamos de otras cosas, de nuestras vidas de ahora, los deseos que se cumplieron y los que no se cumplieron porque finalmente no eran importantes.
Pasado, presente.
No hablamos del futuro.
Oui oui y un mediodía soleado.
Encontrarse con la maravillosa sopresa de poder perdonar. Esa poderosa energía que es perdonar desde el corazón. Sentir que no hay ningún resentimiento y que mi vida, luego de mucho trabajar, analizar, sentir y pulir está en un buen lugar.
*Havestrash: dícese de un juego que nunca está donde tiene que estar. Caleidoscopio, telescopio o preguntopio. Animal salvaje, oriundo de África, cuya melena es parecida a la de un león. Acción de perdonar a alguien luego de haberlo querido mucho.
jueves, 19 de septiembre de 2013
Las nubes de agua
Con estas lluvias del fin de semana pasado brotó todo el pasto. La poda que hizo Fede está comenzando a brotar otra vez. Brotecito aquí, brotecito allá. No se puede parar a la madera.
Quiero tener la terraza llena de malvones. Todos malvones de distintos colores. Tengo una maceta con el malvón rojo que a fuerza de darle compost y agua revivió de su raquitismo. Añadí otra maceta grande que estaba vacía desde hacía años con un malvón fucsia que hace tiempo me regaló Zully y que estaba plantado adelante. Nunca florecía. No le daba el sol.
El jazmín, el ficus y la aralia de la terraza están reviviendo otra vez. La lluvia y el compost hacen milagros. Claramente el agua clorada no es lo mismo.
¿Cómo hacer para recolectar agua de lluvia?
Necesito llamar a un zinguero.
Quiero tener la terraza llena de malvones. Todos malvones de distintos colores. Tengo una maceta con el malvón rojo que a fuerza de darle compost y agua revivió de su raquitismo. Añadí otra maceta grande que estaba vacía desde hacía años con un malvón fucsia que hace tiempo me regaló Zully y que estaba plantado adelante. Nunca florecía. No le daba el sol.
El jazmín, el ficus y la aralia de la terraza están reviviendo otra vez. La lluvia y el compost hacen milagros. Claramente el agua clorada no es lo mismo.
¿Cómo hacer para recolectar agua de lluvia?
Necesito llamar a un zinguero.
lunes, 16 de septiembre de 2013
La magia de los blogs
Esta entrada viene de la anterior. Porque quería escribir un poco acerca de cómo empecé a escribir nubedeagua y de por qué sigo escribiéndolo hoy en día aunque muchas veces pensé en cerrar este espacio. Y de cómo este blog me dio trabajo, amigos, consuelo y un montón de gratificaciones. No tengo recuerdos de que me haya traído malos momentos. Hace tiempo que vengo escribiendo poco, que no suelo escribir más aquellas entradas enigmáticas que supieron ser una característica propia de este blog cuando recién empezaba en el 2004. Muchos años han pasado desde aquella tarde en la que, luego de tomar un café, Hans me propusiera escribir un blog. Cuando le pregunté un poco en joda cómo creía él que debía llamarse me dijo: "es obvio, nubedeagua". Y así fue como surgió el nombre.
Cuando escribía, hace casi diez años, no pensaba en ningún destinatario para el blog. Era como tirar mensajes al mar en una botella. No había todavía redes sociales, no nos conocíamos las caras, nos encontrábamos al azar. Era meterse en un blog y navegar por sus links y mundos enteros que se abrían a nuestra disposición. Y además había algo de literario en todo aquello, cierto estilo, un tanto desmañado pero estilo al fin, fragmentario pero sumamente atrapante. A nadie se le había ocurrido todavía poner su nombre y apellido o fotos de sus caras (bueno, no había modo de subir fotos al principio a menos que supieras html). Y menos que menos se pensaba en que un blog podía hacerte famoso o simplemente ser un trampolín para que te publicaran. Había algo muy amateur en tener un blog y por eso mismo había muchísimo espacio para la creatividad. Luego aparecieron otras herramientas, las redes sociales, twitter y los blogs entraron en decandencia.
A mí me siempre me gustaron los blogs. Será por mi espíritu chusma, seguramente. O porque había algo de magia cuando se podía leer la vida de otros que estaban lejos o no tan lejos. Siempre me apasionaron las distintas subjetividades. Y los blogs eran eso: espacios para la subjetividad. Un laboratorio para reinventarse. Pero un laboratorio que requería cierta elaboración, cierto tiempo de dedicación.
Escribir, escribir, escribir, de eso se trataba. Y la gente escribía. Escribía y elaboraba muchísimo. No eran los blogs de ficción los que me interesaban sino los blogs donde se elaboraban subjetividades reales, de gente escribiendo detrás de la pantalla. A fin de cuentas todos son escenarios en la vida. Todos tenemos personajes metidos debajo del saco. Y algunos los tienen bien afuera.
Pero eso es lo que me pasó a mí, claro.
Lo que me pasó, ahora que lo pienso, es que yo quise empezar a leer a la gente.
No quiero que se confunda esta entrada con la idea de que todo tiempo pasado fue mejor. Nada más lejos que eso. Blogger hoy en día ofrece una amplia gama de chirimbolos que están buenísimos y que hace diez años ni soñábamos con que eran posibles. Hoy en día los blogs son páginas sofisticadas, llenas de fotos, videos, links de acá y allá, hasta el blog más pedorro puede darse el lujo de tener un template como la gente.
Pero los blogs que yo leía hace diez años no están más.
Esa gente se fue a otros lados, otros espacios, mutó.
Y es extraño extrañarlos.
Cuando me reencontré con Lou las dos sentimos que ya nos conocíamos. Había cariño en ese abrazo. Un cariño real, no virtual. Pero también fue curioso tomar un té (delicioso) en una taza que me había encantado en su flickr, reconocer su casa en los rincones de las fotos que había subido a internet, descubrir que Lou es lo que escribía en su blog. Su encanto y buen gusto, la voz cantarina y calma, el espacio de su casa vibrando en colores, el amor que le pone a todo lo que hace: un cuaderno, una taza de té, un saludo.
Bueno.
No sé bien qué quiero decir con esta entrada. Supongo que me emocionó conocer a Lou. Pero también creo que me emociona darme cuenta de que escribo este blog desde hace tantos años.
Cuando escribía, hace casi diez años, no pensaba en ningún destinatario para el blog. Era como tirar mensajes al mar en una botella. No había todavía redes sociales, no nos conocíamos las caras, nos encontrábamos al azar. Era meterse en un blog y navegar por sus links y mundos enteros que se abrían a nuestra disposición. Y además había algo de literario en todo aquello, cierto estilo, un tanto desmañado pero estilo al fin, fragmentario pero sumamente atrapante. A nadie se le había ocurrido todavía poner su nombre y apellido o fotos de sus caras (bueno, no había modo de subir fotos al principio a menos que supieras html). Y menos que menos se pensaba en que un blog podía hacerte famoso o simplemente ser un trampolín para que te publicaran. Había algo muy amateur en tener un blog y por eso mismo había muchísimo espacio para la creatividad. Luego aparecieron otras herramientas, las redes sociales, twitter y los blogs entraron en decandencia.
A mí me siempre me gustaron los blogs. Será por mi espíritu chusma, seguramente. O porque había algo de magia cuando se podía leer la vida de otros que estaban lejos o no tan lejos. Siempre me apasionaron las distintas subjetividades. Y los blogs eran eso: espacios para la subjetividad. Un laboratorio para reinventarse. Pero un laboratorio que requería cierta elaboración, cierto tiempo de dedicación.
Escribir, escribir, escribir, de eso se trataba. Y la gente escribía. Escribía y elaboraba muchísimo. No eran los blogs de ficción los que me interesaban sino los blogs donde se elaboraban subjetividades reales, de gente escribiendo detrás de la pantalla. A fin de cuentas todos son escenarios en la vida. Todos tenemos personajes metidos debajo del saco. Y algunos los tienen bien afuera.
Pero eso es lo que me pasó a mí, claro.
Lo que me pasó, ahora que lo pienso, es que yo quise empezar a leer a la gente.
No quiero que se confunda esta entrada con la idea de que todo tiempo pasado fue mejor. Nada más lejos que eso. Blogger hoy en día ofrece una amplia gama de chirimbolos que están buenísimos y que hace diez años ni soñábamos con que eran posibles. Hoy en día los blogs son páginas sofisticadas, llenas de fotos, videos, links de acá y allá, hasta el blog más pedorro puede darse el lujo de tener un template como la gente.
Pero los blogs que yo leía hace diez años no están más.
Esa gente se fue a otros lados, otros espacios, mutó.
Y es extraño extrañarlos.
Cuando me reencontré con Lou las dos sentimos que ya nos conocíamos. Había cariño en ese abrazo. Un cariño real, no virtual. Pero también fue curioso tomar un té (delicioso) en una taza que me había encantado en su flickr, reconocer su casa en los rincones de las fotos que había subido a internet, descubrir que Lou es lo que escribía en su blog. Su encanto y buen gusto, la voz cantarina y calma, el espacio de su casa vibrando en colores, el amor que le pone a todo lo que hace: un cuaderno, una taza de té, un saludo.
Bueno.
No sé bien qué quiero decir con esta entrada. Supongo que me emocionó conocer a Lou. Pero también creo que me emociona darme cuenta de que escribo este blog desde hace tantos años.
sábado, 14 de septiembre de 2013
Otorgar significados
Viernes de madrugada. Me gusta levantarme temprano pero esto ya es demasiado. Me resigno y aunque desearía dormir unos minutos más me obligo a levantarme a las seis en punto. Es la única forma de desayunar y salir sin olvidarme la cabeza en la almohada. A las ocho ya estoy parada delante de una clase hablándoles del signo triádico de Peirce, de la clasificación de signos según la segunda tricotomía, de la fuerza social de ciertos signos icónicos y me descubro mentalmente apta para desarrollar algunas ideas, reirme de algunos ejemplos y contestar algunas preguntas. Es increíble que yo esté allí, hablando de conceptos que hace diez años me importaban tan poco. La semiótica nunca me importó tanto como ahora: cómo percibimos el mundo y por qué le otorgamos ciertos significados.
Después de clases llego a la casa de Deb para almorzar. Una máquina infernal está rompiendo el asfalto justo en la esquina de su departamento. El ruido es demoledor y Deb tiene las ventanas cerradas. Por suerte hace frío. Hace meses que no nos vemos. Está preciosa, con una remera fuscia que le resalta la piel. Me alegra verla luego de tanto tiempo. Hablamos de su viaje, del trabajo, de algunos acontecimientos que nos pasaron, de la vida en general. Recuperamos intimidad y es emocionante. Bifurcarse y encontrarse cobra real importancia. Almorzamos, tomamos un té delicioso de regalíz y luego, para no faltar a la costumbre, tomamos mate. Todo esto, escoltadas por su gato Elmo que es como un tigre bueno y enorme.
Finalmente, otra vez el subte B que me lleva aún más al centro de Buenos Aires. Esta vez, es Lou quien me espera en su Almacén. No conozco a Lou salvo por las cosas que sus manos hacen y porque hace mucho años tenía un blog que me gustaba leer mucho. Y de pronto todo esto se materializa en una mujer increíble que me abre la puerta, me abraza, me invita a pasar como si fuéramos amigas de toda la vida. La magia de los blogs, claramente. La excusa era un cuaderno artesanal que le había reservado. Pero creo que esto ya es parte de otro post.
Después de clases llego a la casa de Deb para almorzar. Una máquina infernal está rompiendo el asfalto justo en la esquina de su departamento. El ruido es demoledor y Deb tiene las ventanas cerradas. Por suerte hace frío. Hace meses que no nos vemos. Está preciosa, con una remera fuscia que le resalta la piel. Me alegra verla luego de tanto tiempo. Hablamos de su viaje, del trabajo, de algunos acontecimientos que nos pasaron, de la vida en general. Recuperamos intimidad y es emocionante. Bifurcarse y encontrarse cobra real importancia. Almorzamos, tomamos un té delicioso de regalíz y luego, para no faltar a la costumbre, tomamos mate. Todo esto, escoltadas por su gato Elmo que es como un tigre bueno y enorme.
Finalmente, otra vez el subte B que me lleva aún más al centro de Buenos Aires. Esta vez, es Lou quien me espera en su Almacén. No conozco a Lou salvo por las cosas que sus manos hacen y porque hace mucho años tenía un blog que me gustaba leer mucho. Y de pronto todo esto se materializa en una mujer increíble que me abre la puerta, me abraza, me invita a pasar como si fuéramos amigas de toda la vida. La magia de los blogs, claramente. La excusa era un cuaderno artesanal que le había reservado. Pero creo que esto ya es parte de otro post.
jueves, 12 de septiembre de 2013
No se queden en ayunas de ustedes mismos
Les comparto algo que escribió en su muro Liliana Mizrahi. El shiatsu quiso que yo conociera a Liliana y se lo agradezco. Hace unos años, cuando le di sus sesiones de shiatsu, recuerdo que fue un proceso de gran intensidad para ambas. Una gran persona, luchadora de los derechos de las mujeres, observadora y crítica. Me gustó mucho lo que dijo sobre el Día del Perdón. No dejen de leerlo.
El Día del Perdón no es para que se estén golpeando el pecho y gritando mea culpa mea culpa. No es así. Es un día de introspección, de balance, de sacar los propios trapos al sol y mirarlos, a solas, solos, nosotros con nosotros, sin intermediarios, sin jueces, sin banquillo de los acusados, sin sanbenito. Es un día de mirar para adentro. Podemos sumar la pregunta del Rosh Hashaná ¿Qué estoy haciendo con mi vida? ¿Qué cosas he postergado y están esperando ser resueltas? ¿Qué hice estos ultimos meses? ¿Qué cosas quiero corregir? ¿En qué me equivoqué?
El psicoanálisis no podía no haber surgido de un judío o del judaísmo. Ningún credo mejor dotado para hacerse preguntas a sí mismo/a. ¿Quién soy? ¿Qué estoy esperando? Estoy frente al Libro de la Vida abierto de par en par, no sé si seré inscripta, no sé si mis hijos, nietos, amigos, parientes serán inscriptos. Esto es lo que lo hace dramático, nos recuerda la existencia constante de la muerte, del poco tiempo que tenemos, nos enfrenta con nosotros mismos. Ser inscriptos, o no, en el Libro de la Vida no depende de nuestros errores o pecados. Es Su Voluntad. Como Jesús en el Huerto de los Olivos. No quería morir pero sabía que iba hacia la muerte y llorando dijo: "Que se haga tu voluntad". Hay algo que no manejamos, ni controlamos, ni sabemos.
Es un buen día para compararnos con nosotros mismos: ¿En qué estaba yo hace un año, hace 5 años, hace 10 años? ¿Soy la misma?
No se queden en ayunas acerca de ustedes mismos y sus breves vidas. El ayuno alimenticio no importa. Lo que importa es no quedarse en ayunas acerca de uno mismo. Feliz introspección. No importa ser judío o no. Importa mirarse para adentro.
lunes, 9 de septiembre de 2013
Gateptos
Amamos a nuestra gata. A veces cuando se pone arisca decimos que se puso mala pero como Marilyn, hasta donde sabemos, no habla ni tiene una especial capacidad de simbolizar, el bien y el mal para ella son categorías que no entran en su bella cabecita gatuna. Decimos entonces que la gata no tiene "conceptos" sino que tiene "gateptos". Por ejemplo:
-Marilyn despedazó una lagartija en el cuarto de shiatsu.
-Marilyn despedazó una lagartija en el cuarto de shiatsu.
-Nah.
-Sí, la fue despedazando de a poco.
-¿Estaba arriba del futón?
-No, al menos tuvo la decencia de hacer su enchastre al costado.
-Bien, sus gateptos coinciden con nuestro concepto de la asquerosidad.
-¡¡Sus gateptos le hicieron dejar la cola en la escalera!! ¡Encontré una cola de lagartija en la escalera!
-Pero vos le dejaste comida ¿no?
-¡¡¡Sí!!!
No se comió la lagartija porque tenía hambre: la torturó hasta morir y la dejó tirada en el cuarto de shiatsu toda
despanzurrada.
domingo, 8 de septiembre de 2013
Días muy tierra
Domingo por la mañana.
Un sol radiante acaricia los últimos vestigios de humedad que flotan en los ambientes de la casa.
Abro la ventana del cuarto de shiatsu y dejo que entre el calor y la luz. Lo invito a Nico a tirarse en el futón colorado y de paso repaso lo que vimos ayer en el seminario de meridianos extendidos. Le hago los meridianos de Estómago y Bazo - Páncreas. Queda en estado de relajación total.
Días muy muy tierra. Paz, serenidad, agradecimiento y un buen almuerzo nos espera.
Un sol radiante acaricia los últimos vestigios de humedad que flotan en los ambientes de la casa.
Abro la ventana del cuarto de shiatsu y dejo que entre el calor y la luz. Lo invito a Nico a tirarse en el futón colorado y de paso repaso lo que vimos ayer en el seminario de meridianos extendidos. Le hago los meridianos de Estómago y Bazo - Páncreas. Queda en estado de relajación total.
Días muy muy tierra. Paz, serenidad, agradecimiento y un buen almuerzo nos espera.
miércoles, 4 de septiembre de 2013
De moishes y tanos
Me llama un amiga desde Nueva Zelanda.
-¡Feliz año!
-Gracias Nanu, feliz año para vos también.
-¿Y en qué andan ustedes?
-Y.. acá... cocinando unos fideos.
-...
-Como verás, esta noche predominó mi gen tano por sobre mi gen moishe.
Nota: los fideos me quedaron buenísimos. Da gusto empezar el año así.
-¡Feliz año!
-Gracias Nanu, feliz año para vos también.
-¿Y en qué andan ustedes?
-Y.. acá... cocinando unos fideos.
-...
-Como verás, esta noche predominó mi gen tano por sobre mi gen moishe.
Nota: los fideos me quedaron buenísimos. Da gusto empezar el año así.
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