lunes, 8 de diciembre de 2014

El golem

Finalmente estoy leyendo El Golem de Gustav Meyrink.
En realidad tomé un libro al azar de los tantísimos que hay en la casa de mi padre pero Nico sugirió que su traducción era mejor. En casa nos pusimos a buscar su ejemplar y efectivamente comparando la primer página de uno y otro me decidí por el de Nico. Lo dejé allí un par de semanas, en mi mesa de luz. Incluso lo usé como apoya mate (sacrilegio) un par de veces para hablar por teléfono en la cama mientras me cebaba unos mates bien calentitos.
Lo empecé una vez. No llegué ni a la segunda página.
Lo empecé por segunda vez y... leí el primer capítulo.
Hoy lo empecé por tercera vez y sentía que el cerebro no me respondía. No podía seguir la oraciones. Se me perdía el predicado de la referencia.
¿Qué pasaba? Era yo o el libro era extremadamente oscuro y difícil.
Hoy googleé "El golem" y salió un artículo donde se hablaba de una nueva edición de El Golem en la editorial El Zorro Rojo, libros muy lindos si los hay.
Y el que escribía el artículo decía que Meyrink abusaba de las imágenes oníricas y que a veces no se  entendía nada y que era una lástima.
O tal vez no hablaba tan mal del libro y yo interpreté eso porque era lo que me estaba pasando.
Después pensé: ¡pucha, si a mí me gustan las imágenes oníricas!
La cosa es que había que seguir. Había que seguir porque recién en el capítulo cuatro todo encajaba y se explicaban un montón de cosas imposibles de comprender en las primeras páginas.
Así que ahora no puedo parar de devorarme el libro de Meyrink, disfrutando de este día feriado, en la cama y con otro libro haciendo de apoya mate (perdón).
De esto deduzco fácilmente una cosa.
Si no le encontrás sentido a nada de nada de lo que te está pasando en este momento de la vida la única opción es seguir con la esperanza de que en el capítulo 4, tal vez, encajen algunas cosas.
Por ahora, eso.

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