Siempre he sido amante de las buenas caminatas. Me gusta sentir que mis piernas me llevan a lugares que otro medio de transporte obligaría a saltearme. Pero he aprendido que a veces es necesario saltearse partes del mapa. No es necesario abarcarlo todo.
También he aprendido que cuando las cosas no salen a la primera ni a la segunda hay que seguir intentándolo si el deseo empuja a ello. Pero si el deseo me abandona, no vale la pena seguir por esa vía. Y entonces se hace preciso buscar otra senda, otra dirección.
Me sigo desprendiendo de capas y capas de telas, libros, retratos, armazones, estatuillas e ídolos falsos. Busco abrazar lo verdadero aunque eso duela porque es la única forma de vivir con intensidad.
Y si de intensidad se trata, he encontrado un compañero de ruta para este camino. Tiene dos cualidades que he llegado a descubrir que son muy importantes para mi: es inteligente y tiene un corazón inmenso. No son cualidades que abunden en el mundo pero él las tiene. Y con eso basta.
Creo que estoy bajando la montaña. Ya subí lo suficiente. En la llanura tal vez encuentre un poco de paz.
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