Hace mucho frío.
Me doy cuenta porque el gato se mete adentro de la cama y nos empuja en su denodado intento por recibir calor. Trato de correrlo pero entre las frazadas recibo su dentellada precisa. No duele, sólo me está advirtiendo: si me movés de acá la vas a pasar peor.
Bueno.
Lo dejo quedarse y dormimos todos incómodos. Con un yunquecito vivo (desde que el gato come Royal morfa que da calambre).
Un braserito.
Peludo.
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