Llegué a esta casa sin gatos.
Yo no sabía lo que era amar un gato. Pero la casa estaba viva.
Había pájaros por doquier. Había tierra.
Planté flores y plantas. Planté un limonero.
La ilusión que tenía no se mantuvo mucho tiempo,
acompañada de otro hombre,
otros proyectos,
otros amigos,
otras cargas.
Pasó el tiempo.
Muchas de esas cosas se resignificaron, se despidieron, se desvanecieron.
Todo empezó a fluir de otro modo.
Conocí nuevos amigos,
nuevos horizontes,
un nuevo amor,
la energía fluyó más intensa.
Se me abrió el corazón.
En esta casa quise tener hijos.
Los perdí. Uno, tras otro.
Nunca llegaron a materializarse en este plano.
Y entonces empezaron a venir ellos.
Los gatos.
4 comentarios:
yo también aprendí a quererlos de grande... igual les sigo teniendo miedo, es mas fuerte que yo... y no me pasa con los perros que son peores en todo caso...
los gatos es otra forma de cariño mas, como todo lo que se puede perder... saludos...
💔 abrazo, Flor.
Querida Flor:
No hay palabras para acompañar estas tristezas, sólo abrazos que se mandan desde lejos. Tantos años después y sigo pasándome por tu blog de cuando en cuando. Me da mucho gusto que todavía escribas. Aunque no lo diga casi nunca, tus palabras siempre me guían y me alivian. Ojalá pronto la tristeza sea otra cosa <3.
Abrazo,
Ojala vengan mas gatos a tu vida, mas animales, mas natura. Vos tenes esa sensibilidad, esa fortuna enorme y linda de percibir la vida. La que cuenta!
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