Ayer al mediodía una vecina me tocó el timbre
preguntándome si yo tenía un gato blanco. Mani estaba en su casa herido. No podía moverse y lloraba mucho. Estaba postrado
en un rincón y tenía una herida en el flanco trasero. Fui a buscarlo, lo envolví con la
frazada y lo traje a casa. Tenía las pupilas dilatadas, temblaba
y no podía pararse. Temí lo peor. Su veterinario estaba de vacaciones así que me tomé un remise y me fui con el gato en
brazos, envuelto en la frazada, a la veterinaria que me recomendó mi vecina.
La doctora, una genia. Lo atendió enseguida y su primer diagnóstico fue fractura de fémur. Le dio un analgésico y un
antiinflamatorio. Nos dejó un rato en una salita a solas para que Mani
se recuperara del dolor. Luego lo volvió a examinar. Nos mandó a hacer unas radiografías para descartar que hubiera algo en columna. Luego de un intenso periplo volvimos para casa.
De lo que sí estamos seguros es que a pesar de este desastre Mani tuvo mucha suerte.
Tuvo mucha suerte porque la vecina que lo encontró (en su jardín) lo
reconoció como mi gato y tuvo la amabilidad de venir a tocarme el
timbre. Tuvo suerte de encontrarme ya que en ese horario yo no suelo
estar nunca. Tuvo suerte después cuando llamé a su veterinario de
siempre y estaba de vacaciones pero en el medio de la desesperación mi
vecina me indicó a qué veterinaria llevaba a su perrita. Y allí fue la
suerte más grande porque la conocimos a Sonia.
Y si ustedes vieran
como Sonia lo trató a Mani. La delicadeza, el amor, la sensibilidad.
Resolvió mil cosas, nos facilitó los turnos para el radiólogo, el
cardiólogo, consiguió un sobreturno para la cirugía, nos explicó paso
por paso cómo inyectarle el tramadol y los antibióticos y la
dexametasona. Nos explicó cómo darle agua con una jeringuita. Respondió
todas las preguntas tontas que le hice. Nos escuchó con el corazón y nos
guió con dulzura y atención plena.
Mani tuvo mucha suerte.
Hay una imagen que me ha quedado grabada de todo este proceso. Nico y
yo, enfundados en delantales de plomo, en una sala fría, sosteniendo al
gato mientras le sacaban las placas para corroborar que sólo fuera una
fractura de femur. Y el gato, un santo, se dejaba hacer todo. Nos miraba
desde la espesura de los analgésicos y nos guiñaba los ojitos como
diciéndonos, todo va a estar bien, chicos. Qué suerte que tengo de
tenerlos.
1 comentario:
Hace un rato vi un tuit de mi gato dinamita y supe enseguida que hablaban de tu gatito. Te mando un beso enorme!!
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