domingo, 24 de febrero de 2019

Cuerpo: lo que dejamos atrás.

Práctica de hoy.

Necesitamos un cuerpo para darnos cuenta. Para estabilizar la mente. Imaginate que difícil debe ser estabilizar la mente sin un cuerpo físico. Cuando estás sentada en meditación y la mente divaga ¿cuál es tu anclaje? La respiración, volvés siempre a la respiración. No importa cuan oscilante esté la mente. La respiración te da la pauta, el ritmo. Si te perdés, siempre está la respiración.
Hay quienes no pueden permanecer sentados respirando. Entonces buscan el movimiento consciente del cuerpo. Coordinar respiración y movimiento. Lo ideal sería una práctica de asanas. Entonces durante esa practica la mente se va asentando en el presente. Divaga menos. Es una tarea artesanal.
Por todo esto, obtener un cuerpo es primordial. Y si es un cuerpo humano, mejor aún.
Patanjali nos lo dice en sus sutras: vamos de lo más burdo a lo más sutil. Lo más burdo que tenemos es el cuerpo, la práctica de asanas. Lo más sutil, la respiración, la práctica de pranayama.
Pero al morir, desencarnamos. Dejamos atrás el cuerpo. La mente queda despojada de toda materia. Lo más auspicioso sería fundirse en la fuente primaria. Comprender que todo esto no era más que un sueño, el samsara de la vida y la muerte volviendo una y otra vez, atrapados en nuestros pequeños yoes. Pero no es para nada fácil ver esto. Una vez que la mente queda despojada del cuerpo, se confunde muy fácilmente. Se le hace muy dificil ver, establecerse... Entra en lo que los tibetanos llaman el bardo de la muerte. Es arrastrada por los fuerte vientos del karma. Y anhela profundamente obtener nuevamente un cuerpo para salir de ese torbellino que no puede controlar. Por eso vuelve a renacer, obtiene un nuevo cuerpo una y otra vez... hasta que despierta a su verdadera naturaleza.

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