miércoles, 5 de agosto de 2020

Formas de matar un árbol

Son tres los troncos que salen de la raíz. La raíz está en la tierra, se nutre de ella. Sin la tierra, sin la raíz, los troncos no podrían multiplicar sus ramas. 
Las ramas son muchas, verde oscuro casi marrón, las hojas salen de a miles, brillantes, verde-claro. Una maraña vegetal de vida exuberante. 
La mente dice: La gata se trepa por el árbol y se escapa, es un peligro. Además nos quita luz y el limonero que está al lado está todo torcido por su culpa. Hay que quitar el árbol.
El corazón se estruja: una pena, me acuerdo de cuando llegó a casa. Eran apenas tres ramitas finitas y sin hojas, una porquería de planta, pensamos que no viviría. ¡Y miren ahora que copa preciosa!
El cuerpo dice: hace meses que estamos dándole la vuelta a este asunto. Me va a costar un ovario y la mitad del otro sacar esa cosa. Pero bueno, cuando me den la orden voy y lo hago.
El corazón dice: si lo vamos a hacer que sea ahora porque si viene la primavera y el árbol da flores no me va a dar el corazón, digo, yo mismo, para hacerlo.
La mente dice: es simple, serruchemos de a un tronco por vez.
El cuerpo dice: bueno.
Son tres los órdenes, tres.
Serruchamos un tronco. Se desprende de la raíz y, cosa extraña, pareciera que el árbol se sostiene tal es el pegoteo de sus ramas.
Serruchamos el segundo y ya la cosa no parece tan fácil. La copa sigue intacta sostenida por el único tronco que queda. Pareciera que el árbol está saltando en una pata.
Vamos que falta poco, dice la mente.
Ya no hay vuelta atrás, llora el corazón.
Quiero almorzar, gruñe el cuerpo.
Serruchamos el tercero y ahora así la cosa empieza a crujir. Se escuchan quejidos de la madera, la copa empieza a balancearse hasta que finalmente se derrumba.
¿Está muerto el árbol?
¿Está muerto?
La raíz se ríe.
Dice: ¡vengan a buscarme, hijos de puta!

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