miércoles, 10 de marzo de 2021

Tres

1. Saco el auto con delicadeza en primera, todo va bien. Pongo segunda y el auto toma más fuerza. Consigo pasar la velocidad mínima y empiezo a ir a 30 en una calle interna de Olivos. Bien ahí. Cuando doblo en Paraná me anuncio en voz alta: ¡voy a poner tercera! Me da gracia esto de anunciarlo en voz alta pero me da coraje. Ahora sí, voy a 40. Amo los semáforos en verde.

2. Está saliendo todo perfecto hasta que de pronto en medio de Paraná me doy cuenta de que ¡no tengo puesto el cinturón de seguridad! Lo que es la mente, ¡dios mío! Me resulta imposible ponerme el cinturón en ese momento, obvio. Cuando salgo de la avenida, en una callecita interna estaciono en el cordón y me lo abrocho.

3. Busco lugar para estacionar. Encuentro un hueco entre dos autos. Pienso que es un espacio parecido a cuando practicaba con Quique. Pero estacionar entre dos autos no es lo mismo que estacionar entre dos caballetes. Algo de la distancia falla. Después de mil maniobras (donde lo único bueno es que me doy cuenta de que ya soy un as del embrague) sale el tipo de la garita de la esquina y me dice: hay lugar acá a la vuelta. Un genio. El tipo se apiadó de mi cartelito de principiante.

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