Capitulitos cortos, una escritura extraña, registros que se mezclan, una primera persona que alterna con una tercera persona a un ritmo sorprendente, un personaje que no tiene nada de interesante (aunque por momentos aparece la voz de una conciencia), que no hace ni dice nada interesante porque podría ser cualquier transeúnte de esos que van a trabajar a una oficina y se ocupan de archivar cosas (el portal es un archivo también, todo al final en esta vida es un archivo que puede encontrarse en un cajón).
A Calixto la vida le sale mal y, sin embargo justamente porque la vida le sale mal, los días se le llenan de poesía. Como si sólo en el error pudieran aparecer ciertos destellos de belleza. En el transcurso del relato uno espera que alguien tenga un gesto afectuoso, humano con este personaje. Pero nada. Todo es un sinfín de cafés recalentados, papeles sucios, platos enmohecidos, una casa que se viene abajo, una esposa desencantada, la separación, la nena que no ve nunca, fotos rotas, espejos deformes, copias de cds, dvds, revistas, copias, copias, ni hombre ni original, como cuando un hombre se le acerca en un bar y le pide que le compre algo, un trago, necesita beber pero que sin embargo empieza escupir palabra tras palabra: "Calixto, vos no existís, sos un personaje, poco creativo, anticuado, melodramático, vas a ser editado, hijo de puta, te van a cambiar porque no sos original, ni hombre ni original, ni hombre ni original".
Eso: vas a ser editado. ¿No es un miedo que nos sucede a todos?
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