-Se lavan y se guardan lo mejor posible para conservarlas -me dijo una amiga.
En un estante muy alto encontré tus dos vestidos de casamiento. Alcancé a ver la espuma blanca ennegrecida por el tiempo de tu vestido de fiesta. Y la mordedura de la polilla en tu vestido de civil. Me los traje conmigo para ver qué hago con ellos. Se han vuelto reliquias que ya no pueden vestir a nadie. Yo soy muy mala para guardar reliquias. Una fina capa de polvo impregna la tela.
La fiesta propiamente dicha había sido en el club, una choripaneada con amigos en los quinchos de Muni (no hay registro de eso, creo). La fiesta que se retrata en las fotos fue algo ideado por el abuelo Tito que se escandalizó de que no hubiera un festejo propiamente dicho con la familia. El festejo se hizo en la casa de una tía o una abuela, no me acuerdo ahora. Vos aparecés con un vestidito blanco de tul, muy corto, hermosísimo. Me habías explicado que ese vestido ya lo habías usado para otro casamiento. Que no había sido un vestido especialmente diseñado para esa fecha. Y te reías de eso. Para mi ese vestido te hacía como una princesa moderna de los setenta, una princesa de blanco pero que mostraba las piernas. La segunda vez que usaste ese vestido fue para un family day en el colegio San Nicolás donde actuaste con papá y hacías de princesa. Papá se alquiló un traje de príncipe y vos te pusiste ese vestido con una diadema en el pelo. Estaban tan hermosos, me dio tanto orgullo de que fueran mis papás. Hay una foto de ese recuerdo donde estamos todos. Ustedes dos y nosotros dos. Lucho es un nene de dos años y yo una nena grande con mis seis años recién estrenados con el sol de la tarde en los ojos.
La fiesta propiamente dicha había sido en el club, una choripaneada con amigos en los quinchos de Muni (no hay registro de eso, creo). La fiesta que se retrata en las fotos fue algo ideado por el abuelo Tito que se escandalizó de que no hubiera un festejo propiamente dicho con la familia. El festejo se hizo en la casa de una tía o una abuela, no me acuerdo ahora. Vos aparecés con un vestidito blanco de tul, muy corto, hermosísimo. Me habías explicado que ese vestido ya lo habías usado para otro casamiento. Que no había sido un vestido especialmente diseñado para esa fecha. Y te reías de eso. Para mi ese vestido te hacía como una princesa moderna de los setenta, una princesa de blanco pero que mostraba las piernas. La segunda vez que usaste ese vestido fue para un family day en el colegio San Nicolás donde actuaste con papá y hacías de princesa. Papá se alquiló un traje de príncipe y vos te pusiste ese vestido con una diadema en el pelo. Estaban tan hermosos, me dio tanto orgullo de que fueran mis papás. Hay una foto de ese recuerdo donde estamos todos. Ustedes dos y nosotros dos. Lucho es un nene de dos años y yo una nena grande con mis seis años recién estrenados con el sol de la tarde en los ojos.
En esta pila de fotos (blanco y negro) están también las del civil. El vestido del civil también es muy cortito. Era como un saquito rosa de lanilla, cuadrillé, entallado, precioso que se abotonaba adelante. Te habías hecho la toca para que el pelo te quedara lacio y te habías maquillado los ojos de una manera alucinante, siempre me gustó verte maquillada, esos ojos enormes que tenías y que yo no saqué, más bien saqué los ojos almendrados de los Rossi. Nunca más te lo vi puesto pero Lucho y yo lo usábamos para disfrazarnos. Hay un par de fotos donde estoy con ese vestido que me quedaba enorme del brazo de mi hermano jugando a que nos "casábamos".
Llevé ese vestido a lo de Keiko (la tintorera de toda la vida) y me dijo que no puede hacer nada. La polilla hizo agujeritos en la tela, que no hay remedio. Lavarlo a seco sólo haría esos agujeros más grandes. Guardalo así, me dijo. Las dos nos quedamos mirando el vestido en silencio. Qué menudita que era, me dice. Casi una nena. Sí, le digo, mirá los hombritos. El vestido adquiere una forma, hay algo sepulcral en esa forma. Mejor sería enterrarlo. No, le digo, no lo puedo guardar así. ¿Lo podré lavar con agua y jabón? ¡Pero claro!, me dice la japonesa. Enjuagalo un día que haya sol, con amor. ¡Y que se seque al sol!
Hoy está nublado, dicen que va a haber un fenómeno climático llamado ciclogénesis y que va a llover mucho. Tengo ese vestido en una bolsa a la espera del sol.
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