jueves, 2 de septiembre de 2004

Granizo

Primero fue un ligero andar, un chapotear, un esquivar y luego un techito ínfimo al costado del FLENI. La furia del cielo me tomó por asalto en una cuadra pobre de techos y baldosas flojas. La lluvia era cálida pero el granizo contradecía. Cascotazo tras cascotazo sentí en mi propia piel la raspadura de la piel de los autos cuando el granizo se empeña en morderlos. Las piedritas blancas venían a morir a mis pies agarrotados por las botas. Se deshicieron y murieron instantáneamente.
A los lejos, en la avenida, un pobre muchacho empujaba su carro lleno de cartones y bolsas.