domingo, 12 de septiembre de 2004

La Seño

Me despierto por una ráfaga de luz que se cuela traviesa por mis persianas mal cerradas. Tres horas después me subo al 80 que me escupe en Mataderos.
Pues aquí estamos: yo, una tarde de sol, la Montse y un grupo de chicos dispuestos a leer a Ray Bradbury y a escribir sobre ciudades.
Pues aquí estamos: desafiamos el sol, la tarde, los chicos que juegan al fútbol y pegan pelotazos a la ventana rota del comedor popular de Doña Cielo.
Pues aquí estamos: en el corazón de Ciudad Oculta, casi en la intersección de dos calles cuyos nombres jamás se hubieran juntado en vida: Eva Perón y Lisandro de la Torre. Así de contradictoria es la Argentina.
-¡Feliz día seño!
-¡Feliz día!
La tarde sigue su rumbo. Escucho sus voces, se ríen, hablamos de literatura. Los libros se apilan en las mesitas blancas. Los veo regodearse con Crónicas Marcianas y la leche que les servimos en unos vasos color rojo, de plástico grueso. Manos que empuñan lapiceras y buscan qué comer en la canastita de mimbre.
Me dicen, Feliz día, y a la Montse también.