domingo, 23 de enero de 2005

Calle Florida

Los escaparates de la calle Florida ostentan un glamour ficticio.
La creatividad a flor de piel y el sudor ajeno: pelos rubios casi blancos, pelirrojos, lacios, enrulados. Vestidos, zapatos de taco, rosas y celestes. Mapas, postales al doble de precio, revistas de moda, de viajes, de utilería en el medio de la peatonal. Música, tango electrónico, zamba y aquellos mariachis importados. Hombres de traje y corbata, maletín negro y mujeres con peinados altos de espuma. Marionetas. Lentes de colores, lentejuelas deslucidas en la falda de un hada de la calle, un hombre barrigudo de camiseta blanca arrastrando un changuito. Diarios sueltos, sonrisas encantadoras en la puerta del Burguer, un vasito de café express chamuscado en las mesas pegoteadas de bebidas colas.
Papeles de oficina.
Distintas lenguas, la nueva mercancía del momento. Seducción: sos de acá, no vos, de dónde, ah, hace cuánto.
Arlt decía que Florida olía a agua florida que no es lo mismo que las flores de Bach.