jueves, 6 de enero de 2005

La Dante Alighieri

Llego a la sede de la Dante y pregunto por los cursos de verano de italiano para principiantes. El aire acondicionado me invade suavemente sin alterar mis vías respiratorias. Me atiende una señora bajita, muy agradable, que me pide que llene un formulario desde una computadora que está del otro lado del mostrador. Tecleo mis datos, nombre, apellido, número de documento, etc. Luego aprieto donde dice "finalizar". La pantalla se borra y la señora bajita me mira un tanto apenada. Balbucea que a veces el sistema no les anda muy bien, que va a reiniciar la máquina. Mientras lo hace le hago un comentario irónico sobre lo fácil que era hace unos años llenar los formularios a mano. Y sí, me dice, acá se hacía así y te aseguro que era más rápido. Le creo, le digo, yo vine hace unos años a anotarme a un curso que al final terminé abandonando. Ah, ¿pero vos ya te anotaste alguna vez acá? Sí, pero eso fue hace unos años y jamás rendí un exámen. Ah, pero eso lo cambia todo, por eso la máquina no andaba, decime tu número de documento.
Se lo doy.
Ves, ahí estas, me dice.
Miro la pantalla que muestra una ficha de hace varios años. Lo único que se mantienen igual son mi nombre y mi número de documento. El resto son datos viejos.
Sí, está bien, pero todos esos datos están mal. Ah, no importa, ya estás anotada, esperame que te hago el recibo. Usted no entiende, esa dirección, ese número de teléfono, esa ocupación, todo lo que diga esa ficha no se refieren a mí, esa ficha no le sirve. Ah, pero no importa, después lo cambiamos, lo importante es que estés en el sistema. Sí, pero...Tomá, acá tenés tu ficha de inscripción.
Tomo la ficha color rosa con un sello estampado en un cuadradito azul. ¿Me permite que al menos le dé mi nuevo e-mail y mi nuevo número de teléfono por si necesita comunicarme algo?
Termino por anotar mi presente en una servilletita blanca con ribetes rojos a los costados.