A cada cual le llega su Oliverto. Y yo, de aquella tengo mucho. Mucho. Creeme. Miles de poemas tirados al viento (léase a la basura) y (ya nada será igual). Todos sabemos que somos mortales hasta que lo sabemos. Y lo peor fue que no le dije: Oliverto, no te mueras nunca. Le dije: Oliverto, un día te vas a morir y yo voy a estar muy triste.
¿Y saben qué respondió Oliverto?
Adivinen.
Sí. Eso mismo.
Oliverto se rió.
Y de las pupilas salieron dos diablitos rojos.
Y con lo que me gusta el rojo a mí.
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