jueves, 30 de agosto de 2012
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Yo de gatos no entendía nada. Después llegó Marilyn y entendí menos. Ahora se aparece Joe a la madrugada con un maullidito raro. No es un maullido de cachondeo, no. Es un gemidito como si algún desalmado le hubiera roto las cuerdas vocales. Joe me da pena porque es bueno y hermoso pero Marilyn lo detesta. Marilyn es una gata bella y brava y tiene sangre felina por donde la mires. Su libertad está primero, antes que el amor. Joe, en cambio, es un gato que se deja amar. No es nervioso como Marilyn sino todo lo contrario: es bien bonachón. Consiente en que Marilyn le de algún que otro zarpazo y lo sisee. A él no le importa. Persiste en su deseo y se deja mimar. Yo lo agarro y me da ternura porque es enorme y bueno. No es un gato gordo y fofito sino un gato de contextura firme, parece temerario pero es más bueno que el pan. Y así estamos con estos gatos. Sin entender de dónde vienen ni hacia dónde van.
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