La gata y yo tenemos algo en común.
Vos la ves durmiendo y parece un angelito. La acariciás un poco y sigue siendo un angelito. La acariciás mucho y ¡zaz! te clava la garra.
Por si acaso.
Cuando Nico me pregunta algo y yo le contesto a la defensiva me dice: eeeeh, ya sacaste la garra. En estos días ando pensando mucho en esto de defenderme de lo que no tengo que defenderme.
Y de la garra, la famosa garra.
La gata ahora duerme al lado mío. A pata suelta.
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