La felicidad de un fin de semana largo, la cama deshecha, el desayuno compartido, las calidez de sus brazos.
La felicidad de las horas sin prisa, el mate esperando, el amor crepitando.
La felicidad de caminar por el barrio y que nos embriague el perfume de los jazmines.
La felicidad de comer un pollo a los tres aromas y que salga perfecto de sus manos impecables.
La felicidad de poder ser muy cursi y que todo me importe un carajo.
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