domingo, 7 de abril de 2013

La novela del gato

Hoy a la mañana se develó el misterio del origen de Marilyn. 
Proviene de la casa de enfrente, un chalecito habitado por un matrimonio cuyos hijos ya son grandes y se han ido de la casa. Poseen una gata negra (que maúlla fuerte cuando la dejan afuera) y que es la culpable de que la pobre Marilyn haya huido de la casa buscando mejores rumbos.
¿Cómo nos dimos cuenta?
Hoy a la mañana salí con un cuenquito de comida para darle una ración a Benita (la gata con cara achatada que no tiene dueño pero que se las arregla bastante bien y vive a la vuelta de casa). Al salir la veo a Marilyn que viene a mi encuentro, yo la agarro, le doy un beso y la hago pasar por la reja. En eso mi vecino de enfrente, con el cual he tenido alguna que otra charla, me dice:
-Eh, Florencia, ¿esa gata es tuya?
-Sí- le respondo.
-Ah... porque es mía.
A todo esto Marilyn estaba de lo más contenta revolcándose en la calle. 
-¿¿¿En serio??? Noooooo... ¡duerme todas las noches con nosotros en la cama!
-Y... hacía mucho que no la veíamos, es que nuestra otra gata la rajó mal, la peleaba, la arrinconaba y luego la lastimaba, pobrecita Pepa.
-¿Pepa?
-Sí, Pepa, le decimos Pepa, es hermosa esta gata, la madre de esta gata es una siamesa que se quedó embarazada.
Chan.
Así que Marilyn tiene algo de siamés.
-Y cuando la trajimos la tuvimos seis meses encerrada para que no le pasara lo mismo y luego la castramos.
Así que sí, está castrada.
La cosa es que atando cabos descubrimos que Marilyn nació en octubre de 2010, vivió en conflictiva relación con la otra gata durante el año 2011 y el año pasado, como la otra gata no la dejaba vivir, se la pasaba en el jardín de Lina (mi vecina) y comía cuando la otra gata se iba y le dejaba el paso libre. En julio del año pasado se aventuró a saltar la medianera y ahí fue que un buen día me la encontré en el jardín de mi casa con carita de "hola, si acá no hay gatos, entro y me quedo".
Cosa que hizo.
Para que no quedaran dudas de que nos podíamos quedar con la gata, mi vecino me dio el shampoo que usaba para bañar a Pepa.
Y para que tampoco quedaran dudas, la mujer de mi vecino la acarició y le dijo: ¿así que, Pepa, ahora te llamás Marilyn?
Y luego yo los saludé, me fui a ver si la encontraba a Benita, compré yerba y un poco de pan y cuando volví estaba Marilyn esperándome en la reja dispuesta a entrar apenas abriera la puerta.
Cosa que hizo sola sin que yo le dijera nada.
FIN.

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