Tomo té. Estoy completamente apestada.
Soy de esas personas a las que cuando les tocás la frente no parece que tuvieran fiebre. Pero si me das un termómetro puedo estar en 38º.
Como ahora.
38º.
No me siento tan mal.
Ayer el termómetro no marcaba casi nada y yo me sentía horrible. La fiebre estaba subiendo.
Podía sentir correntadas de frío en la espalda. Y un dolor punzante en todas las articulaciones del cuerpo.
Hoy con 38º ya no siento nada de eso. Me siento flotar, como adormecida, pero el dolor y el frío se han calmado.
Tal vez el cuerpo se acostumbró. Como una estufa que al encenderla cruje, hace ruidos extraños pero luego todo se acomoda. Ya nada duele porque todo se acostumbra a la nueva temperatura.
Soy una metáfora malísima de lo que viene pasando en el último año.
La fiebre ahora hace su trabajo y yo puedo soltarlo todo.
Día del Trabajo, cumpleaños, amigos, fiestas, familia, todo.
La paz a veces se llama gripe.
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