« Si me pregunto hoy por qué amo la literatura, la respuesta que me viene espontáneamente al espíritu es: porque me ayuda a vivir. No le exijo, como en la adolescencia, que cure las heridas que podría sufrir en los encuentros con personas reales; ella me hace descubrir mundos que se encuentran en continuidad con mis experiencias y me permite comprenderlas mejor. No creo ser el único en verlo así. Más densa, más elocuente que la vida cotidiana, pero no radicalmente diferente, la literatura extiende nuestro universo, nos incita a imaginar otras maneras de concebirlo y organizarlo. Todos estamos hechos de lo que nos dan otros seres humanos: nuestros padres en primer lugar, los que nos rodean enseguida...la literatura abre al infinito esta posibilidad de interacción con los otros y nos enriquece entonces infinitamente. Ella nos procura sensaciones irremplazables que hacen que el mundo real devenga más cargado de sentido y más bello. Lejos de ser un simple agregado, una distracción reservada a las personas educadas, la literatura permite que cada uno responda mejor a su vocación de ser humano.»,
T. Todorov, «La littérature en péril»
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