jueves, 14 de abril de 2022

Palermo Soho

Ayer por esas cosas de la agenda terminé caminando por las callecitas de Palermo Soho. Hace treinta años la calle Jorge Luis Borges se llamaba Serrano y yo solía ensayar en una casa ubicada en esa calle todos los miércoles a la noche.
El barrio actualmente es otro planeta. A medida que me alejaba de Santa Fé, me inundó una mezcla de aromas a perfume importado, ropa blanca, colores de alta gama y mucho ocio. Era tan fuerte ese olor que terminé embriagándome de esas luces, los cuerpos apolíneos, las caras perfectamente delineadas. Cuerpos bien alimentados, bien nutridos, sudando el fitness y la abundancia de cada día.
Estaba hambrienta así que me senté en un barcito que tenía mesitas afuera. La carta de tés era una explosión de sabores acompañado de tortas varias.
En un segundo se apeó un transeúnte a mi mesa. Era un muchacho joven, pálido, alto, delgado y bien vestido. Se me puso delante de la mesa y desplegó un cartel que decía: "Quiero abrir un bar de birras en Buenos Aires".
Me quedé perpleja sin saber muy bien qué decir.
-¡Suerte!- le dije.
-Te puedo pasar un cbu, con lo que puedas ayudar va a estar bien -me contestó sin que se le mueva un pelo.
Pensé: hasta la forma de pedir es distinta en estas calles. ¡Un CBU!
No tuvo mucho éxito. Nadie le pidió el cbu ni le dieron efectivo. Se marchó tranquilo sin pestañear.
A los cinco minutos apareció otro muchacho, petiso, de piel morena, un cuerpo redondeado a base de harinas blancas y azúcar, el combustible de los que menos tienen.
En menos de diez segundos aparecieron tres policías de la ciudad: dos hombres y una mujer. Rodearon al muchacho como si fuera un delincuente.
-No se puede vender acá, negro.
Le requisaron todo.
-¿Tenés algo que te comprometa?
Le pidieron que se levante la remera para ver si "iba calzado".
-La próxima vez que te vea por acá te vas en bolas. No te quiero ver más por acá.
En un segundo se me fue la embriaguez. Me embargó el miedo. El té y la torta me dieron náuseas. Solo me quería ir. Quería huir de esas calles de plástico. Yo sé que hay gente que frente a estas cosas se indigna, protesta, defiende... o... aplaude.
Yo tuve miedo y vergüenza de estar sentada en esa mesa. El contraste fue apabullante.

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