Durante una sesión de shiatsu muchas veces necesitamos cambiar el rumbo de lo que al principio creímos que iba a ser la sesión. Porque en ese "tocar" se devela la verdad, el kyo se deja ver. Deja de ser mudo. En ese tocar le damos voz. El kyo duele y dice: mírenme, es esto lo que me duele, no se olviden de mi.
Pero hay veces que el exceso invade el cuerpo y es tan fuerte que apaga todo lo demás. El jitsu (exceso) toma la conciencia y no la suelta. Alguien viene con un dolor agudo en el cuello o en la espalda o en cualquier parte del cuerpo. Ese dolor se queja tanto que es preciso ir allí y desarmar esa síntoma para darle lugar a la expresión del kyo (vacío). Es preciso arremangarse, buscar un ritmo más activo, alternado, amasar, estirar, rotar, torsionar.
A veces cambio de lenguaje y entro en el Masaje Tailandés sin proponérmelo. Me gusta comenzar por los pies, las piernas, torso, brazos e ir desarmando el cuerpo. Vamos danzando las distintas posiciones. Le doy plena confianza de que nada va a quedar sin tocar. El receptor suspira, suelta, respira hondo. Empieza a habitar el espacio de su ser. El jitsu se hace pequeño. La paz se renueva.
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