Todo lo sólido se desvanece en el aire, escribió Marshall Berman en un libro que recuerdo como uno de mis libros de cabecera a fin del siglo pasado. Mi vida se desintegraba y volvía a integrarse en un santiamén. La experiencia se volvía tan liviana como una canción digital. Pero desintegrarse también equivalía a renovarse. Siempre estaba ese plus, esa salida, ese resurgir del ave fénix.
Pasaron los años y pasaron cada vez más rápido. Hoy siento que es algo sorprendente haber vivido el final del siglo XX, el comienzo del siglo XXI con estos años que tengo, esta juventud "madura" por así decirlo. Me lleva a sentir que algo comprendo, que está bien que no comprenda todo, que la experiencia es personal pero que el sueño es colectivo.
¿Qué puedo decir de este año? Que a veces se sintió como una canción en random, a veces parecía que el disco saltaba, hubo algunos silencios y a veces aparecía un tema de esos que no parás de tararear.
También hubo muchas primeras veces luego de la pandemia. Primera vez de ir al cine, de ir al teatro, de caminar la ciudad de punta a punta, de dar muchísimas clases presenciales, de besar en la mejilla, abrazar, sentir los cuerpos de los otros. Primera vez de ir a comer afuera a un lugar cerrado, de ir al CCK, de escuchar un recital en vivo, de que alguien se case, de que alguien se separe, de volver a dar incontables sesiones de shiatsu en mi consultorio, de tomar mate compartido con otro ser humano, de intercambiar con mis compas de shiatsu, de tomar nuevos seminarios, de descubrir la piel.
Todo sigue girando para nosotros. Todo sigue su curso y aún así todo esto se desvanecerá en el aire. Brindo por todos los que tenemos un cuerpo sintiente. Brindo por la maravilla de sentir.
¡Feliz año nuevo, amigos!
Feliz año nuevo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario