viernes, 2 de diciembre de 2022

Genocidiar grillos topo

Hace años que mi jardín no recibía veneno de ningún tipo. Si había cochinilla, venían las hormigas y se ocupaban. Si había pulgones, venían los pájaros y se los comían. Pero con los grillos-topo no hubo depredador natural que alcance. Ellos ganaron por lejos. Se fueron comiendo la grama y los yuyos ganaron espacio. El jardín se convirtió en un restaurante abierto las 24 horas. Mi gata cazaba de vez en cuando alguno pero se ve que eran muchos. Esta primavera descubrimos que el jardín era un concierto de grillos-topo. Se los escuchaba cantar debajo de la tierra. Yo me los imaginaba cavando, cantando, comiendo y divirtiéndose a lo loco. 
Como estoy decidida a volver a tener un jardín "disciplinado" averigüé qué se podía hacer para volver a recuperar el pasto. Algunos de los que me conocen ya saben la historia de por qué no quise poner grama bahiana y me quedé con el gramillón argentino. Eso fue hace 15 años. A lo largo de estos años el gramillón le dio paso a otros pastos que trajeron los pájaros. A mi esa mezcla me encantó desde siempre. También permitió que creciera el diente de león que yo voy cosechando para mis infusiones de pseudo brujita. A veces aparecen frutillitas salvajes, dichondra y otras maravillas que no soy capaz de nombrar. 
Finalmente me recomendaron un polvo mata grillo-topo que es tolerable para las aves pero que no es recomendable tirar cerca del agua. O sea, ES tóxico. No es tan tóxico pero me tengo que poner guantes de goma y barbijo. No es tan tóxico pero no debo dejar salir al gato. En fin. Compré el polvo y esperé a que hubiera un pronóstico de lluvia. Entre otras cosas, es muy importante regar o que la propia lluvia disuelva los gránulos y que la tierra los absorba de modo que llegue hasta donde están los grillos-topo. El miércoles parecía que se iba a caer el mundo así que me enfundé en mi traje de genocida. Pantalones largos, botas, guantes, barbijo, lentes. Espolvoreé el jardín con los gránulos de la muerte y luego con la manguera fui regando despacito para que la tierra los fuera absorbiendo. Cayeron cuatro gotas locas y los grillos-topo seguían cantando como si nada. La gata quedó encerrada adentro y yo me dispuse a esperar. El jueves a la madrugada llovió muchísimo. Me desperté con el ruido del agua golpeando la persiana. Pensé un segundo en los grillos-topo cavando, comiendo, cantando...muriendo. Luego volví a dormirme.
Por la mañana salí al jardín. El verde era incandescente, las plantas respiraban, los pájaros cantaban  pero debajo de la tierra había un silencio de muerte y a mi me dio tristeza. Las incongruencias de una misma. 

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