Al principio éramos 13. Y los 13 "cruzamos" la Argentina. Llegamos de noche, luego de mil rodeos, luego de ir y venir varias veces por unos puentes rojos. Como si la propia confusión fuera también una forma de realizar este viaje tan necesario.
Llegamos a una casa del 1900 rodeada de viñedos. Una casa sólida de paredes gruesas y postigos que protegían las altas ventanas.
Y comimos lo que había porque no encontramos la forma de prender el gas. Prendimos un fuego para calentar la casa. Y entre todos juntamos unos pedazos de queso y sobras que habían quedado del mediodía. Calentamos agua con una jarra eléctrica para hacer sopas instantáneas y tomamos un poco del vino que habíamos traído.
Afuera las estrellas punteaban su brillo en el cielo oscuro.
Dormimos con el aire de campo envolviéndonos en dulce vaivén.
Y el día siguiente, nos recibió el increíble sol de Mendoza.
2 comentarios:
Esa foto es hermosa. Me conectó con mis propias casas, esas a las que llegué y hubo que limpiar, abastecer de comida y quererse.
Gracias. Sí, quererse: fundamental. :)
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