Hoy era el turno del examen teórico para la licencia de conducir. Hace días que vengo haciendo simulaciones de exámenes, leyendo el material teórico, empapándome de la ley de tránsito, aprendiendo los diferentes tipos de señales. Ayer me quedé un ratito repasando las distancias de frenado en pavimento seco a diferentes velocidades pensando que ya estaba realmente obsesiva. ¿En serio te toman las distancias de frenado?, me preguntó Nico cuando le pedí que me las tomara.
Sí, en serio. Y, de hecho, me las tomaron.
Ya sólo llegar y me faltaba la fotocopia del DNI. Me dicen que a unas cuadras hay un locutorio. Tengo una super impresora que hace fotocopias en casa. ¿Cómo no lo pensé antes? Salgo corriendo en dirección a la avenida, llego al locutorio, espero unos minutos eternos hasta que logro sacar las fotocopias. Llego boqueando, con el corazón desbocado y el barbijo húmedo.
Me hacen esperar un ratito afuera y luego me hacen pasar. Entrego mis papeles y a cambio me entregan dos declaraciones juradas donde declaro que soy quien digo ser, mi tipo sanguíneo, que no tengo impedimentos físicos que me impidan conducir un automóvil y me reafirmo ante la ley que soy donante. Esto último es muy fuerte. Ya siento que me recibí de adulta por mil.
Subo un piso y voy a la oficina 7. Se empieza por el examen psicológico donde te hacen hacer una serie de test que verifican que sos una persona apta para estar al volante de un vehículo. Hace poco salió en las noticias que un tipo joven cruzó un semáforo en rojo en la avenida Directorio y mató a un nene de cuatro años dándose a la fuga. El tipo no tenía licencia de conducir. No le habían aprobado el examen psicológico. Así que evidentemente estos test de algo sirven aunque la gente después haga lo que se le canta. El examen psicológico viene lento. Hay gente sentada esperando. Viene la psicóloga y me dice que mejor rinda primero el examen teórico que no hay nadie. Y me indica que vaya a otra sala donde hay un señor muy prolijo con cara de saber mucho de vialidad. Me pongo nerviosa. Se me empañan los lentes por el barbijo. Pero bueno, llegó la hora de la verdad.
Me entrega unas hojas y me pregunta si tengo birome. Traje. No sé dónde la puse pero traje. Y lápiz. Y goma de borrar. Me indica que me siente en un pupitre. Bueno, allá vamos. Respiro hondo y leo la primer pregunta. ¿A qué velocidad se cruza un cruce ferriovario? Listo. Vamos bien. Me tomo el tiempo para leer. Algunas salen de taquito, otras las tengo que pensar. Las señales de tránsito están numeradas y en una pared. Cada vez que me preguntan por una señal de tránsito tengo que mirar la pared que tengo enfrente. Descubro que mis lentes andan muy bien. Al menos no me debo preocupar por el examen de vista. Cuando llego a las preguntas de distancias de frenado me río sola.
Siento que tardo más que los demás. Pero es que la mayoría es gente que viene a renovar su registro. Los novatos somos menos. Hay una chica que estuvo conmigo en la charla vial. Nos reconocemos a pesar del barbijo. Qué alivio ver una cara conocida. Entrego las hojas y el tipo lo corrige en el momento. Tac, tac, tac, escucho que su birome va dando el ok. Sólo un par están mal. Le pregunto cuales. Me contesta y siento que esa info no se me borra más. Me voy con el sellito de aprobado.
Ahora sí me toca el examen psicológico. Una chica muy amable me pide que me siente en una mesa amplia. Todo está inmaculado y con olor a alcohol. Me pone una pila de tarjetas. Debo ir mirando de a una y dibujarlas en una hoja. También me dan un lápiz. Un círculo, un rombo, puntitos, rayas... es divertido. Después me piden que dibuje una casa, un árbol (que no sea un pino) y una persona. ¿Qué tienen contra los pinos? Cómo detesto estas cosas. Dibujo mal, feo. Pero bueno, me sale algo bastante decente. El árbol me sale enorme en relación a la casa y la persona. No me importa. El último test es horrible y extenuante. Tenes que encontrar tres tipos figuritas en 40 renglones de un montón de figuritas todas muy parecidas. Siento que me empieza a hervir el cerebro. Pero no me quejo. Supongo que no es comparable con la sensación de estar arriba de un auto en la vía pública por primera vez. Sobreviviré a este test y a conducirme en la vía pública.
Evidentemente no estoy loca y soy una persona apta y responsable. Paso el examen psicológico así que sólo resta ver mis ojos. Cuando entrego las declaraciones juradas me doy cuenta de que en vez de poner la fecha de hoy me equivoqué el año. Puse 3 de febrero de 1977. Claro, es que yo nací en el 77. Pero no el 3 sino el 5. Es decir, puse una fecha absurda. Bueno, no, absurda no. Guarda relación con el año de mi nacimiento. Y el 3 de febrero guarda relación con mi presente actual. La verdad es que es un lapsus genial. Si estuviera haciendo terapia se lo contaría a mi analista. Pero bueno, menos mal que me di cuenta, lo corregí y sigo siendo considerada una persona apta y responsable.
Los ojos me responden bien, los lentes su trabajo. Termino el trámite, me sacan la foto, las huellas dactilares (de tanto alcohol en gel tengo engrasar la yema de mi dedo índice para que el scanner capte la huella). Corroboramos que todos los datos están en orden. ¿Ya dije que soy donante? (Qué fuerte verlo por escrito).
Y ahora sí, un paso más cerca de lograrlo.
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