viernes, 7 de abril de 2023

Cumplir un sueño

Dormimos unas horas pero el jet lag del primer día te embriaga. ¿O es el amor? ¿O es la adrenalina? ¿Por qué no vinimos antes? ¿Qué era lo que nos retenía de saltar un océano y salir de la periferia? Eso ya no importa, se va desvaneciendo en esta incómoda sensación de caminar las ramblas de Barcelona y sentir la muchedumbre de la semana santa española. La ola de gente te empuja pero estamos tan borrachos de sueño que no nos importa, nos dejamos llevar. Hay una musiquita que suena en mis oídos y que sonaba en el avión de ida. Mi cerebro no para.

Vamos a comer a un lugarcito cerca del hotel donde estamos parando. Se llama APZ. Está bien ranqueado en google. Es un lugarcito muy pequeño, en el barrio gótico atendido por su propio dueño. Los que almuerzan allí son gente habitual, casi no hay turistas. Me dejo llevar por el acento. Qué lindo como hablan todos. Nos traen aceitunas y pan para picar. El pan es increíble y las aceitunas... mi paladar se despierta. Hay menú. Primer plato: paella. Segundo plato: lenguado. Lo miro a Nico con los ojos abiertos como platos. ¿Primer plato paella? Sí, me dice, pero es una paella chiquita. Y sino pedite una ensalada. Pido la ensalada y de segundo el lenguado. Quiero probar todos los pescados que pueda. Llegan los primeros platos: paella para él, ensalada para mí. Mi ensalada tiene al atún más delicioso que probé en mi vida. Los españoles no cortan el tomate, te lo sirven en bocados enormes. La lechuga es fresquísima, crujiente. Quiero comer así todos los días, le digo a  Nico. Esto no es nada, me dice. Vas a ver lo que es comer en España. 

Caminamos como borrachos pero ahora con la panza feliz. Quiero ver el mar, le digo a Nico. Está para allá, me dice. Rumbeamos al mar pero en vez de mar hay un puerto y se ve una franjita de agua chiquita. Para ver el mar de verdad hay que irse del centro. Ya vas a ver el mar, me dice Nico. Volvemos y la gente nos empuja, Encuentro un paraguas colgado en una esquina de la rambla y le saco una foto. 

¿Vamos a ver la casa Batlló? ¿La de Gaudí? Nos metemos en el Paseo de Gracia. Ahí me estalla el corazón de la belleza. Miro las farolas, los bancos para sentarse. Todo es modernismo catalán. Esas formas redondeadas que invitan a la felicidad. La casa Batlló está llena de gente. Un mar de personas en la puerta de entrada. Sale 50 euros entrar a la casa. Volvemos. No importa, Quien necesita ver una casa si puede ver una ciudad donde Gaudí esta por todas partes. 

Por la noche ceno las primeras tapas de mi vida. Hasta hoy nunca había comprendido el concepto de lo que es una tapa. En Buenos Aires no existe el concepto. Croquetas, tortillas, cornalitos, aceitunas. Lo acompañamos con unas cañas. Y luego el sueño nos vence.

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