El bajo de San Isidro está lleno de plantas y árboles nativos que no suelen verse en la ciudad. Son árboles que crecen desmesuradamente, árboles que dan una sensación selvática inexplicable. Apenas uno se sumerge en ese verde, la refrescante sensación se vuelve maravillosa.
La noche nos fue envolviendo con la celebración de estar entre amigos, buena bebida, música y comida genial. A la vuelta acercamos a un amigo que vive en CABA y se sentía lejos de todo. De a poco, la Libertador angosta y llena de árboles intrincados fue dando paso a la Libertador ancha. Luego autopista, cemento, luces, más avenidas, calles, los árboles urbanos se nos presentaron demasiado prolijos, desmasiado estéticos. Pero también fue bello ver el lago del Planetario iluminado, los árboles urbanos en silencio y la luna recortada en la Avenida del Libertador a las dos y media de la mañana.