viernes, 26 de enero de 2018

No hay basura

A veces se nos olvidan las cosas más obvias. Ropa interior, mallas, calzado, vestidos de verano... De pronto me doy cuenta: no me compro ropa hace años. Mis viejos trapos ya no dan para mucho más y mis sandalias (que reconozco que amo y me cuesta encontrar unas así de comodas) tienen que irse, ya caminan solas.
Suelas desgastadas, telas rotas, agujeros en las remeras, en las zapatillas... da gusto renovar algo cuando tuvo un uso tremendo.
Consumir entonces adquiere otra dimensión.
Llegas a casa con lo nuevo, le agradecés a lo viejo, lo ponés en bolsas, junto a los reciclables, ya nada se tira, todo se transforma.
Nada más va a la basura.

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