Por Alicia Hamm
La Madre, la Tierra, la sagrada Pacha Mama, la Tara bendita es un
jardín. Es nuestro hogar y deberíamos cuidarla, como cuidamos nuestro
jardín y nuestro hogar. Deberíamos respetarla, como respetamos a nuestra
madre. No deberíamos decirle lo que tiene que hacer sino que deberíamos
aprender de ella, de sus equilibrios. Si la dejamos sola se forman los
biotopos y entonces se forman las armonías perfectas de todos los seres
que viven en los lugares donde nadie la
molesta. Nosotros, antes de que viniera la civilización, cuando nos
instalábamos en un lugar mirábamos el lugar y veíamos dónde había
espacio para nosotros. Nosotros no decíamos: "este es el lugar que
quiero estar, quito todo lo que hay y pongo mi casita". Nosotros
mirábamos: quién vive ahí, que es lo que hay ahí, los árboles ancianos
que son comunidades en las que vive un montón de gente: las plantas, los
insectos, los animales, todo... y siempre había espacios en donde nos
podíamos poner, a los que nos podíamos adaptar. Entonces nos adaptábamos
al medio ambiente, nos comunicábamos con él y el medio ambiente nos
aceptaba. Imagínate miles de años viviendo en la selva casi desnudos y
sin botas. ¡En un lugar donde todo el mundo va con botas! Porque hay
serpientes, hay arañas. Pero no nos picaban, no nos comían las panteras
ni las pirañas. Vivimos mucho tiempo ahí y vivíamos bien, estábamos
sanos y bien alimentados. Éramos felices. Quizá volvamos a vivir en la
confianza y la inocencia de los niños combinada con la sabiduría de los
ancianos. Quizás volvamos a tener el amor a la tierra y la presencia de
los dioses. El futuro es nuestro, lo hacemos día a día. El futuro no es
más que la suma de los hoys y los ahoras.
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