Este año me propuse varias cosas pero hubo una muy concreta que quise activar y hete aquí el resultado. Reciclar la basura parecía difícil, complicado, era cosa de "otros". Pero fue sólo empezar a hacerlo y cambió TODO. Desde marzo que he estado compostando nuestros residuos orgánicos y por añadidura separando la basura y reciclando lo que es reutilizable. Acá hay un camión que pasa un día a la semana y se lleva los reciclables. Saco esta bolsa una vez cada dos semanas porque no somos muy consumidores de envases descartables. Es que casi no comemos comida envasada.
La "basura" se ha reducido a una bolsita un día a la semana. Y es muy pequeña. Son restos orgánicos que no coloco en la compostera: restos de carne, cáscaras de cebollas y ajo, las heces del gato, cascaras de limón y otros cítricos que acidifican el ambiente de la compostera y no ayudan a las lombrices.
Lo increíble es lo que ha pasado con mi cerebro. Veo las cosas de manera muy distinta. Como si haber ordenado los residuos me haya ayudado a ordenar algo más a mi alrededor y en mi interior. A veces un transeúnte deja los restos de su almuerzo en el cesto donde colocamos la basura y hasta esto mismo lo reciclo. O las bolsas de plástico y los papeles que se acumulan en la cochera. También cuando barro las hojas de los árboles ya no las tiro en una bolsa aparte sino que que las separo para usarlas como material estructurante en la compostera.
En el 2018 me tengo que animar a armar una huerta aunque sea pequeña.
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